Creo honestamente que después de haber leído, entre tantos otros temas, innumerables biografías de gentes célebres, pocos de ellos han sido tan luchadores por sus ideas, no solo como buenos soñadores, sino como eternos participantes en sangrientas y feroces batallas en diferentes países europeos.
Por eso nos llamó poderosamente la atención, leer que no él sino uno de sus hijos había estado en Panamá a fines del siglo XIX. ¿Qué vino a hacer aquí? Y cómo ellos acompañaron a su padre para luchar en varias guerras, ¿pensaba que iba a encontrar en nuestro pacífico país una excusa también para batallar?
Uno de nuestros personajes de hoy, Giuseppe Garibaldi tuvo dos hijos varones y una mujer; los primeros llevaron los nombres de Menotti y de Ricciotti. La fémina se llamó Teresita, y todos ellos fueron como su padre, grandes batalladores. Así tenemos como, por ejemplo, que la mujer también participó en la guerra, así parezca mentira. Hemos leído que fue mujer de “pelo en pecho” como algunos suelen decir, ya que repetimos, también acompañó al autor de sus días a ¡guerrear!
Parece que fue Ricciotti el que estuvo en nuestro país. ¿Cuánto tiempo aquí pasó? Tampoco lo pude averiguar.
Y por tratarse de ser uno de los descendientes de aquella figura mundial, tal como fue su progenitor, no lo podemos dejar de incluir en esa enorme lista de famosos que en tiempos pretéritos los tuvimos por aquí.
Hablemos un poco más de esa familia de eternos luchadores, por lo que creían que eran su ideal.
Giuseppe Garibaldi nació en Niza, el 6 de julio de 1807, murió el 2 de junio de 1882. En sus inicios fue marinero como su padre. Pero pronto pasó a ser revolucionario. Otro Giuseppe, pero esta vez Mazzine, había fundado una agrupación política que llamó “La Joven Italia”; eran republicanos y querían ver a Italia unida, algo que hasta entonces no lo era. Garibaldi se unió a Mazzine en un complot que fue descubierto y derrotado, condenando el gobierno a muerte a sus autores. Garibaldi tuvo entonces que huir, yéndose al África y a Suramérica. Después, vuelve a Europa, está presente en más batallas, ahora en Italia. Luego pasa a Estados Unidos (¡qué inquietud!) y qué afán de imponer todo lo que pensaba.
Eran épocas muy diferentes a las de hoy. Era cuando la gente se exponía a morir tanto por sus países como por lo que creían. Hoy nos hacemos matar no por nuestros ideales, sino por tener repletos nuestros bolsillos. Y repetimos, sus hijos, sobre todo los que tuvo con su esposa, eran todos revolucionarios como él. Pelearon en México, desde donde uno de ellos pensamos que fue Ricciotti, que estuvo en Panamá.
Y ahora retornamos al padre, luchó contra el Estado Pontificio italiano, contra los franceses, contra los prusianos.
Poco a poco se fue retirando. Se dedicó a escribir y nos dejó tres novelas y sus memorias. Al morir fue aclamado en varios países y pronto le empezaron a dedicar estatuas. Antes de desaparecer, los gobiernos que él había ayudado le consiguieron una jugosa pensión con la cual holgadamente pudo vivir. Mas el misterio persiste. ¿Qué hacía uno de sus hijos aquí? Por eso lo hemos traído hoy a ver si alguno de nuestros lectores nos puede ayudar.
Y antes de terminar, volvemos a proponer que la cinta costera lleve el nombre Anayansi, el amor de Balboa, y que además se expida un decreto que prohiba a que los cómodos propietarios de perros, los que llevan a sus animalitos a pasear, que sea obligatorio que ellos lleven un balde, una palita y papel para recoger todo lo que los animalitos nos vayan a dejar ahí. La cinta costera va a ser de color verde, así que no permitamos que los ya mencionados animales nos cambien el color. Ya es hora que la ciudad esté más aseada y que nuestros zapatos no se vayan a embarrar.
FUENTES
Textos: Harry Castro Stanziola
Fotografías: Procesadas por Ricardo López Arias
Comentarios: vivir@prensa.co
