Arthur Schopenhauer podía ser sociable si quería. Pero si alguien empezaba a decir tonterías durante el almuerzo en su taberna preferida, cambiaba de mesa. Dicen que una vez se hartó de la verborragia de su ama de llaves y la empujó por la escalera.
No fue solo un gran filósofo, sino también un hombre excéntrico y colérico. Estas y otras facetas como la importancia del pensamiento del filósofo alemán serán analizadas con motivo del 150 aniversario de su muerte, acaecida el 21 de septiembre de 1860 en Frankfurt, con una gran muestra y un congreso internacional.
Schopenhauer es considerado el gran modernizador de la filosofía del siglo XIX. Desechó el ideal del ser humano guiado por la razón afirmando que carecía de libre albedrío y se orientaba por el instinto. Para él, la conciencia humana tenía una base orgánica.
“Cambió la visión del mundo y la visión del ser humano de forma radical”, señala Matthias Kossler, presidente de la Sociedad Schopenhauer.
No creía que el hombre pudiese cambiar para bien, ni tampoco tenía fe en el progreso de la humanidad desde el punto de vista moral.
Para Kossler, este escepticismo tiene mucha actualidad en épocas de cambio climático y crisis financiera global.
La obra de Schopenhauer no pertenece a las más agudas de la historia de la filosofía, ni es fácil de leer. Fue uno de los primeros pensadores que incorporó elementos del brahmanismo y del budismo, con los cuales coincidía como ateo en la inexistencia de la felicidad terrestre.

