La mezcla lingüística que se oye entre los panameños es un fenómeno que tiene atados de manos a profesores, filólogos y escritores.
Y es que por mal que suene una palabra o por ajena que sea al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, si goza de la simpatía de las multitudes, poco se puede hacer. El escritor César Young cuenta que existe una regla no escrita: la costumbre es la que hace el lenguaje.
“Contra la voluntad de académicos y especialistas se imponen expresiones como ‘aire acondicionado’ en vez de una expresión más lógica como acondicionador de aire”, enuncia el filólogo y catedrático Rafael Candanedo. Aire acondicionado viene de air conditioner, en inglés.
Para Margarita Vásquez, catedrática e integrante de la Academia Panameña de la Lengua, esta mixtura lingüística es algo “normal” que se puede manejar.
“El léxico que usemos puede variar según las personas que tengamos enfrente. Si vamos a dictar una conferencia se debe hablar en términos cultos, pero si la conversación será en casa junto a la familia, el nivel del lenguaje puede bajar la guardia. Es como cambiar el dial del radio… es un ajuste de un tono serio a uno con humor y viceversa”, explica.
Sin embargo, la escritora Ruth Sinán considera que estos cambios acaban con el idioma. “Es una degradación de la lengua, poco a poco se va destruyendo”, cita.
Young aclara que una cosa es “jugar intencionalmente con el idioma”, pero frases como “de acuerdo a” en lugar de “de acuerdo con”, o “más sin embargo” en vez de “sin embargo” dejan en evidencia lo mal que se habla.
