En 15 parcelas de bosque viejo de la Península Gigante de Barro Colorado, que abarcan un área de 40 hectáreas, la ecóloga británica Emma Sayer estudia desde hace cuatro años la hojarasca.
Cada parcela mide unos 45 metros de largo. En cinco de ellas no ha hecho cambios; en otras cinco ha removido las hojas muertas del suelo y las colocó en el resto del terreno, duplicando la cantidad normal de hojas en la última parcela. El ciclo entre la caída y recolección de las hojas y su traslado le toma aproximadamente un mes.
"Hay bosques donde los árboles consiguen en la hojarasca y no en el suelo, hasta el 75% de los nutrientes que necesitan para crecer. Y hemos visto pruebas de eso en nuestro experimento. Donde tenemos doble cantidad de hojas, las raíces crecen dentro de estas. Hay menos en el suelo y más en la capa orgánica de la hojarasca".
En la investigación también ha comprobado que las hojas muertas tienen un efecto fertilizante igual o mayor que los fertilizantes inorgánicos, por lo que recomienda su uso como abono natural en los jardines, a la vez que se evita la erosión.
En su estudio, Sayer ha medido el crecimiento y los nutrientes en los árboles, la respiración, temperatura y humedad del suelo, la descomposición de las hojas, y ha estudiado las poblaciones de artrópodos que viven entre las hojas muertas.
"Se sabe que en bosques templados de Europa, hasta el siglo XIX se extraía la hojarasca para usarla en los establos de los animales. Hay bosques en Alemania donde se usó como por 500 años y estos fueron destruidos. Ya no crecen allí especies caducifóleas porque la tierra es muy ácida, no hay suficientes nutrientes. Se sabe pues, que si uno quita la hojarasca del bosque, los árboles no crecen, no hay nutrientes, hay acidificación y solifidificación del suelo, menos insectos y se destruye el bosque poco a poco".
Sayer está convencida de que cuando se deforesta un bosque, no es el hecho de remover los árboles lo que vuelve pobre a los suelos, sino la interrupción del ciclo de regeneración natural con la hojarasca.
Por eso, plantea que la información que se obtiene de este tipo de investigación puede ser útil para mejorar el suelo donde estos son pobres y en el manejo apropiado de bosques y plantaciones.
CAMBIO CLIMÁTICO
Una de las cosas que le preocupa a la científica, y que está estudiando, es qué pasará si aumenta la cantidad de hojarasca por el cambio climático. Este fenómeno global puede causar cambios en las lluvias, veranos más largos, mayor cantidad de hojas caídas y un mayor o menor crecimiento de los árboles, "pero no sabemos qué va a pasar con la hojarasca en los bosques".
Los microorganismos en la tierra necesitan carbono y hay mucho de este en la hojarasca. Cuando esta se pudre, los microorganismos producen enzimas para descomponer el carbono en una forma que puedan utilizar.
En la medida que estos microorganismos tengan más energía, producirán más enzimas, y estas no solo descompondrán el carbono de las hojas muertas, sino también el carbono almacenado en el suelo, incluso, durante cientos o miles de años, lo que contribuiría a aumentar el dióxido de carbono en la atmósfera.
