De anchos hombros y una estatura de 1.93 metros, John Wayne es sin duda uno de los mayores héroes de la pantalla grande de Hollywood.
El actor, que actuó de sheriff, soldado, oficial o vaquero en más de 150 películas, ya estaba enfermo de cáncer cuando actuó la última vez para la cámara. Con casi 70 años, Wayne filmó el western The Shootist, en el cual interpreta a un tirador gravemente enfermo.
Hoy hace 30 años el intérprete perdió su lucha contra el cáncer. Tenía 72 años. Fue enterrado en el cementerio “Pacific View” en Newport Beach, con vistas al océano Pacífico. Sin embargo, le fue negado un último deseo: Decorar su tumba con el dicho mexicano “era feo, fuerte y tenía honor”.
Los últimos años antes de su muerte, el héroe del western y patriota republicano de la liberal Hollywood la pasó en el sur en el conservador condado de Orange County.
Detrás de la cámara decía frases como “valentía es estar muerto de miedo y aún así subirse al caballo” y “soy un patriota decente y pasado de moda que agita la bandera”. Como estrella de cine fue indestructible. Duró más que James Cagney y Cary Grant, que se retiraron con 60. Sobrevivió a contemporáneos como Humphrey Bogart, Errol Flynn y Gary Cooper.
Hijo de un farmacéutico, a los cuatro años, en 1911, se mudó junto a su familia de Iowa a la lejana California. En aquel entonces aún se llamaba Marion Robert Morrison. En el rancho de su padre aprendió a cabalgar. Su mejor amigo era un terrier llamado “Duke” (duque), apodo que le gustaba escuchar.
Primero fue estrella de fútbol americano, pero un accidente de natación terminó con su carrera. Trabajó haciendo de todo en los estudios de cine y luego delante de la cámara. En 1930, el director Raoul Walsh le dio el nombre artístico de John Wayne y el rol protagónico en The Big Trail.
Wayne comenzó haciendo westerns de segunda categoría, pero su legendaria amistad con John Ford lo catapultó al éxito. Hicieron más de 20 películas juntos.
Además de western, Wayne filmó cintas de aventura, como Seven Sinners, con Marlene Dietrich, y bélicas, como Back to Bataan.
Wayne mostró su patriotismo en 1960 en El Álamo, que dirigió y produjo él mismo. Pero la cinta sobre la batalla de los tejanos contra el Ejército mexicano casi lo deja en la ruina.
Pese a ello, ocho años después ofreció más material explosivo. En The Green Berets envía a una unidad especial al conflicto de Vietnam. Lo acusaron hasta de glorificar la guerra.
En 1970 obtuvo su único Oscar como mejor actor. Logró el premio por el divertido papel de un borracho bizco en True Grit. En ese momento, el tres veces casado y padre de siete hijos ya tenía cáncer. En 1964 le sacaron parte del pulmón, luego un trozo del estómago.
Este fumador empedernido culpó a las hasta cuatro cajetillas diarias que fumaba. Otros atribuyeron la enfermedad a la filmación de la cinta The Conqueror en un sector de pruebas nucleares en Utah. Varios miembros del equipo de filmación también murieron de cáncer.
Wayne ocupó por última vez el escenario en una gala de los Oscar en abril de 1979. Antes de anunciar al ganador a la mejor película, Wayne bromeó: “Oscar y yo tenemos algo en común. Oscar apareció en Hollywood por primera vez en 1928, igual que yo. Ambos estamos un poco venidos a menos, pero estamos aquí y queremos seguir estando por un buen rato”. Dos meses después, el “duque” había muerto.

