Pocas veces promuevo en este espacio un evento efímero, pero este valía la pena.
El Meridien trajo a un chef de Valladolid que tiene una estrella Michelin, y fuimos a hacer una degustación. La verdad es que me sacó un ¡wao! Como los agarramos un poco antes de que estuviera todo cuadradito para los menús que tienen preparados en el festival, nos dieron variaciones sobre el tema, pero me ha llamado mucho la atención el precio.
Con colaboración de Prado Rey, Segura Viudas y Pago de los Capellanes se han montado un menú degustación a solo $35 (vino incluido), que recomiendo con todo el corazón. También tienen platos a la carta, ocho entradas, cinco fuertes y tres postres.
Al probar el menú de degustación que nos prepararon, nos infunde nueva vida. Comenzamos con un apoteósico gazpacho de calabaza. En el fondo de un plato blanco te ponen unas pizquitas: croutons, alfalfa, cebollina, un corazón de tomate con semillitas babosas pegadas (licopeno, pienso para mis adentros), y un trozo de mantequilla. Luego, vierten la sopa y el aceite de oliva nitrogenado, y te hacen el show en la mesa. Cada vez que pruebas la sopa con uno de los ingredientes que tocaron al fondo, es como si fuese una sopa distinta. Y siguen llegando las maravillas. Tras la sopa, el “huevo duro” más perfecto que he comido, con la clara firme, la yema melosa: abajo, un pisto castellano, o sea hortalizas delicadísimamente salteadas, y encima, virutas de patatas.
Seguimos con un arroz de sepia coronado de finas lascas de calamar y una delicada espuma, que encima trae virutas de atún seco, que al entrar en contacto con la humedad de la espuma, comienzan a moverse. Mágico este proceso cuando por ósmosis las escamitas de katsuobushi (atún seco) hacen su bailecillo.
Luego, sigue un trozo de mero cocinado a la perfección, que se siente fresco y limpio. Lo rodean delicados y tiernos trozos de morro y quejada de cerdo. La “Pièce de resistance” es un rollo de cochinillo glaseado, que se cocinó a fuego lento durante 12 horas, y que viene acompañado de unos polvillos que el menú identifica como “tierras de pinar, chocolate y miel”. El cochinillo se derrite en la boca. Para cerrar, un “prepostre” de helado con nitrógeno preparado a pie de mesa, es un deleite (quedas con un lollypop en la mano) y finalmente el postre: esponja de chocolate y jabón de vainilla. Dixit.
