Madame Bovary, de Gustav Flaubert, El segundo sexo, de Simone de Beavoir, novelas de Honoré de Balzac u obras de filósofos como René Descartes, Emanuel Kant o Blaise Pascal. El historiador alemán Hubert Wolf, especialista en asuntos de la iglesia, ha publicado recientemente un libro en el que pasa revista a la historia de los textos prohibidos por la Santa Sede y trata de desentrañar las discusiones previas a su censura.
El libro titulado Índice. El Vaticano y los libros prohibidos, constata que la censura eclesiástica se convirtió en una institución en 1571 y que en los siglos siguientes, como reacción a la reforma protestante y a la ilustración, intensificó sus trabajos. El índice sólo llegó a ser abolido en 1966 bajo el pontificado de Pablo VI.
La decisión de qué libros serían prohibidos, según Wolf, dependía en buena parte del censor de turno. Así, por ejemplo, La cabaña del tío Tom, no llegó al índice pese a haber sido denunciada ante la censura. Las obras escritas en idiomas romances tenían mayores posibilidades de ser censuradas porque los encargados leían poco inglés y alemán, ya que consideraban que se trataba de idiomas bárbaros.
