Con su 1.91 metro de altura, el encantador, aunque a veces monosilábico Gary Cooper, fue uno de los grandes de la gran pantalla.
Dejó un legado de más de cien películas, la mayoría como sheriff incorruptible, héroe estoico o amante sincero. Su última actuación ante las cámaras fue en Sombras de sospecha (1961), cuando ya estaba enfermo de cáncer. No pudo acudir al estreno: el 13 de mayo de hace 50 años, Cooper perdió su batalla contra la enfermedad.
Nadie faltó al entierro de Cooper en el cementerio Holy Cross de Los Ángeles: Marlene Dietrich, John Wayne, Burt Lancaster, Frank Sinatra y Fred Astaire fueron algunos de los asistentes. Su buen amigo James Stewart y el cineasta Henry Hathaway ayudaron a llevar el féretro.
Pero hoy, los fans de Cooper visitan otro camposanto. Por deseo de sus familiares, los restos del actor fueron trasladados en 1974 a un cementerio en Southhampton, en el estado de Nueva York.
Frank James Cooper nació el 7 de mayo de 1901 en una granja en el estado de Montana. Su familia eran inmigrantes ingleses y su padre se había hecho rico como juez y ranchero.
Cooper metió la cabeza en Hollywood gracias a su habilidad para el deporte y con los caballos, y comenzó a realizar pequeños papeles en películas mudas.

