Una de las interrogantes más grandes de la gastronomía, que inflama temperamentos y causa disputas, es el origen de la pasta.
Así que, para comenzar, distinguiremos las corrientes más fuertes: Lad qie etrbas, la que dice que la pasta la inventaron los italianos y la otra es que se la inventaron los chinos.
Pero resulta que voy a compartir mis hallazgos con ustedes. La siguiente es una teoría sobre el origen de la pasta que tiene mucho más sentido que otras que he escuchado.
En un mural hallado en las tumbas etruscas (SS V a.C.) de Cerveteri, al norte de Roma, aparece una mesa sobre la cual unos sirvientes mezclan harina con agua.
En primer plano, se ve una espátula, un rodillo de amasar y una rueda de cortar. En otras palabras, a todas luces los sirvientes o esclavos en cuestión estaban preparando pasta; no conocemos su fecha exacta de origen, pero sabemos que ya hace 2 mil 500 años la elaboraban los habitantes de la bota italiana.
En cuanto a la otra versión, que atribuye la invención de la pasta a los chinos, la investigación parece indicar que el cuento de que la pasta originalmente la trajo Marco Polo al volver de sus viajes, no es más que eso mismo, un cuento que no toma en cuenta las otras evidencias históricas que indican su presencia precedente al célebre viaje.
El manuscrito ‘Il Milione’, el libro en que el señor Polo relata sus andanzas por el lejano Oriente, se perdió, al igual que la transcripción al francés hecha por Rusticiano de Pisa, compañero de celda de Marco Polo.
El mal entendido se debe a un tal Ramusio, editor de la primera versión impresa a finales del siglo XVI. En el Libro II, Capítulo 16, Marco Polo cuenta de su visita al país de Fanfu, donde probó una pasta similar a la lagane italiana, mas no de trigo.
La frasecita clave es “similar a la lagane italiana”.
No obstante, los coreanos alegan haber inventado la pasta y llevándola al Japón, y sabemos que los chinos hacían fideos de frijol nacido, que son los que Marco Polo debe haber comido.
Aunque los estudiosos del tema dicen que el trigo llegó a la China alrededor del siglo cuarto a.C., el clima no era propicio para su cultivo, y luego prosperó el cultivo del mijo en el norte de la China y el del arroz en el sur.
El tal Ramusio dice que Marco Polo trajo consigo de esta harina al volver a Venecia, y que el pan horneado con ella tenía un sabor similar al pan de cebada. Otras fuentes indican que en Asia desde tiempos ancestrales se hacía harina con trigo negro o buckwheat (hoy día conocidos en Japón como soba).
Vea Historias de la pasta

