Cultura. Conocí a Yasser Hareb en un encuentro en París. Conversamos sobre el último puente que permanece intacto en un mundo cada vez más dividido: la cultura. A pesar de todo lo que estamos presenciando, aún existen valores comunes, y eso puede ayudarnos a comprender a nuestro prójimo. Le pedí a Yasser que escribiese algunas historias de su tierra, que transcribo (resumidas) a continuación:
¿Por qué lloras? Un hombre llamó a la puerta del amigo para pedirle un favor: -Necesito que me prestes 4 mil dinares para pagar una deuda que tengo. El amigo le pidió a su mujer que reuniese todo lo que tenían, pero ni siquiera con esto fue suficiente. Hubo que salir a la calle y pedirles dinero a los vecinos, hasta alcanzar la cantidad requerida. Cuando el hombre se marchó, la mujer se dio cuenta de que su marido estaba llorando.-¿Por qué estás triste? ¿Porque tienes miedo de que, ahora que nos hemos endeudado, no consigamos pagar lo que debemos? No, no es por eso. Lloro porque el que nos acaba de visitar es un amigo al que quiero mucho, y a pesar de eso yo no sabía nada de su situación. Solo me acordé de él cuando se vio obligado a llamar a mi puerta para pedirme dinero prestado.
El código del hospedaje Dos hombres cruzaban el desierto cuando avistaron la tienda de un beduino, y se aproximaron para pedir abrigo. Aunque eran unos desconocidos fueron recibidos según manda el código de conducta de los nómadas: se sacrificó un camello y se sirvió su carne en una cena. Al día siguiente, puesto que los huéspedes continuaban allí, el beduino ordenó que se sacrificase otro camello. Los dos hombres, asombrados, dijeron que aún sobraba mucha carne del día anterior. -Sería vergonzoso ofrecer comida vieja a mis huéspedes- se limitó a responder.Al tercer día, los dos extranjeros despertaron temprano y decidieron continuar su viaje. Como el beduino no estaba en casa, le dieron 100 dinares a su mujer, sin dejar de pedir disculpas por no poder esperar. Habían caminado unas cuatro horas, cuando oyeron una voz que los llamaba a sus espaldas. Se dieron la vuelta, y vieron que era el beduino que los seguía, y en cuanto los alcanzó, arrojó el dinero en el suelo.-¡Con lo bien que yo os recibí! ¿No tenéis vergüenza? Los extranjeros, sorprendidos, dijeron que sin duda los camellos debían valer mucho más que eso, pero que no tenían mucho dinero.No me refiero a la cantidad, respondió. El desierto acoge a los beduinos allá donde vayan, y nunca nos pide nada a cambio. Si tuviéramos que pagar por ello, ¿cómo podríamos vivir? Recibiros en mi tienda es devolver apenas una pequeña parte de lo que la vida nos ha regalado.
Generoso al morirUn hombre viajaba de una ciudad a otra, cuando supo que había una sangrienta batalla, y que su primo estaba entre los soldados heridos. Se apresuró en llegar hasta el lugar para descubrir que su familiar estaba a punto de morir. Tomó su cantimplora y le ofreció agua, pero entonces otro herido gimió, y el primo le pidió que le diese de beber al soldado que estaba a su lado.-¡Pero si voy hasta él, es posible que tú no sobrevivas! ¡Tú ya has sido suficientemente generoso toda tu vida! El herido respondió:-Razón de más para seguir siendo generoso hasta el momento de mi muerte.
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