AYUDA. Sé de algún terapeuta que ha logrado sacar a flote muchas parejas. Su profesionalidad y la buena voluntad de éstas han permitido que los lazos de amor no se rompieran. Miembros de matrimonios al borde de la ruptura pueden contar lo bien que les va una vez finalizaron su terapia. Pero también tengo conocimiento de otros cuya labor no ha sido tan exitosa. No por falta de preparación como facultativos. Tampoco como consecuencia del poco entusiasmo de sus clientes. Una cuestión de enfoque pareciera ser la responsable de la ineficacia que en ellos tuvieron las sesiones. Ineficacia que terminó en lo que parecía inevitable a la larga: el divorcio.
Por cuestión de enfoque me refiero a que no se llegó a tratar el problema de fondo que les estaba afectando. Porque las desavenencias conyugales no eran más que la consecuencia de otro foco más profundo que no estaba siendo manejado. Que no dependía de la relación en sí sino de los conflictos personales de una de las partes. Conflictos, que si bien derivaban en tensiones y riñas que afectaban a los dos, necesitaban un tratamiento individual.Es por eso que muchos especialistas en este campo recomiendan a sus pacientes, además de las estrategias para la pareja, una terapia en solitario.
Una terapia que cure sus heridas, fruto de relaciones anteriores y sobre todo vivencias tempranas. Solo de esta forma la supervivencia de la unión podría asegurarse. Esto gana especial significado cuando las tensiones surgen a raíz de algún tipo de trastorno mental o de personalidad, inestabilidad emocional o cuadros de adicciones. Patologías con las que es muy difícil convivir por mucha buena voluntad que se tenga. Por eso fallan tanto las medidas superficiales que te dicen que hay que cuidar el matrimonio con cosas como sacar tiempo para los esposos, verse bello todo el tiempo, mimar a tu pareja y demás. No es que esto esté mal en sí, para nada. Muchos esposos que gozan de sana comunicación y un vínculo bien establecido pueden beneficiarse de prácticas semejantes.
INSUFICIENCIAS. Pero para otros simplemente son insuficientes. Triste es que haya tan poca información al respecto. Abundan los libros de autoayuda encaminados a salvar relaciones, es cierto. Sin embargo, pocos informan de que si no se va al origen auténtico de las crisis, lo demás no basta para llegar a buen puerto.Por eso me sorprendí cuando llegué al último capítulo de un libro al que ya he hecho alusión: Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus (un manual que no tiene desperdicio). En él se explora con bastante acierto cómo los sentimientos no resueltos y las heridas sin cicatrizar pueden emerger y enturbiar la relación amorosa. Sentimientos y heridas que al ser personales e íntimos han de ser tratados también de forma personal e íntima. Y es que ellos son los responsables de que uno de los miembros experimente repentinamente humores y reacciones inexplicables, y se sienta herido por su pareja cuando en realidad ésta no es la culpable. De hecho –según John Gray (autor de la obra)– "cuando nos sentimos perturbados, cerca del 90% de la perturbación se relaciona con nuestro pasado y no tiene nada que ver con lo que pensamos que nos está afectando.
En general, solo aproximadamente el 10% de nuestra perturbación se relaciona con la experiencia presente".Si no se es consciente de esto, si uno no se percata de que hemos sido programados de alguna manera por nuestros padres, la cultura en la que hemos crecido y nuestras experiencias pasadas únicas e intransferibles, difícilmente los consejos enfocados solamente a la pareja serán definitivos.
El viaje de la pareja lo realizan ambos, pero hay ocasiones en las que uno de los dos habrá de realizar un vuelo en solitario. Algunos podrán hacerlo solos. Libros como éste pueden ser un buen preámbulo para esta travesía.Otros puede que necesiten una ayuda. Si el terapeuta de pareja hila fino, se dará cuenta de ello y le sugerirá ese otro vuelo a una de las partes. Solo así podrá superar sus propios miedos, conflictos y escollos psicológicos y empezar el camino a su crecimiento espiritual. Solo así podrá entonces unirse a su pareja de forma sana y establecer un vínculo perdurable. Esperar a que el otro te complemente y poner en sus manos la felicidad de uno mismo es una quimera tan irreal como peligrosa.

