Una explicación para comenzar: Puede que la frase que escogí hoy para encabezar estas Raíces no se le pueda aplicar a don Ramón Maximiliano Valdés, pero a muchos otros mandatarios, inclusive de otros países, sí. Es por ello, que la frase allí se quedará.
Don Ramón nació el 13 de octubre de 1867, en Penonomé, fue hijo de Ramón Valdés López y de María Olimpia Arce de Valdés. Se casó el 24 de marzo de 1900 con Diana Dutary Pérez, con la cual tuvo, para unos historiadores, dos hijos, para otros, tres: Diana, Elena y Carmen. Diana no figura entre los que dicen dos. Hizo sus estudios primarios en su ciudad natal, después pasó a la capital y luego a Colombia –Cartagena y Bogotá– para obtener su título de abogado y doctor en la misma rama.
Ya desde la época colombiana de nuestra vida fue diputado de la Asamblea Departamental en 1892; alcalde de Colón de 1895 a 1896, miembro del Congreso Colombiano desde 1896 hasta 1899; subsecretario de Hacienda en 1899 y secretario de Instrucción Pública. Después de la separación de Panamá en 1903, representante del país en Washington, D. C. (1912-1916); ministro con residencia en Panamá (sic) en Gran Bretaña y Bélgica (?); representante de Panamá en la Corte Internacional de Arbitraje en La Haya en 1912; delegado en varios congresos internacionales (Carnegie y Panamericano) también en Estados Unidos (en uno por invitación y en el otro ad honorem).
En 1916, fue elegido por votación popular presidente de la República. Su opositor fue Rodolfo Chiari. Los dos del Partido Liberal, que estaba en ese tiempo divididos (¡qué raro!). Belisario Porras lo apoyó y Carlos A. Mendoza a Chiari. También escribió y dirigió publicaciones periódicas, como La Regeneración, el Diario de Panamá y La Prensa (la de 1908).
Al ascender a la primera magistratura del país su primer gabinete estuvo conformado por Eusebio A. Morales en Gobierno y Justicia; Narciso Garay en Relaciones Exteriores; Aurelio Guardia en Hacienda y Tesoro; Antonio Anguizola en Fomento y Guillermo Andreve en Instrucción Pública.
Morales y Anguizola no ocuparon esos puestos sino hasta el 17 de enero de 1917 y el 16 de marzo del mismo año y en ese orden. Héctor Valdés y por ausencia posterior de Morales pasó de subsecretario a secretario (o sea los ministros de esos tiempos), lo mismo Ladislao Sosa en la cartera de Fomento. Ramón Vallarino también participó como secretario o ministro de la última rama. Alfonso Preciado fue un tiempo secretario de Relaciones Exteriores. Hubo claro, otros cambios.
Siendo presidente, don Ramón Maximiliano obsequió a Penonomé la primera planta eléctrica que tuvo, fundó oficialmente la Cruz Roja Nacional y la Escuela de Derecho y Ciencias Políticas Nacionales. Además le declaró la guerra a Alemania, Austria y Hungría en 1917. Valdés dejó varios escritos, entre ellos una Geografía de Panamá, Los Partidos Políticos y sobre las razones de nuestra separación. Dejó versos, música para baile, como pasillos, valses, que él interpretaba en variados instrumentos, tales como piano, guitarra, flauta.
Ramón Maximiliano Valdés murió el 3 de junio de 1916, siendo aún presidente, de un ataque cardíaco. Le faltaron dos años y tres meses para haber terminado su período presidencial, le sucedió Ciro L. Urriola, del cual ya publicamos en esta página. Se corrió la voz de que a Valdés lo habían envenenado médicos de la Zona del Canal. Le practicaron la autopsia galenos de la Zona del Canal y no encontraron signos de envenenamiento. Pero como médicos panameños Alfonso Preciado y Augusto Samuel Boyd también certificaron que había sido un ataque cardíaco y juraron que no era un crimen. Existe un busto de él en Penonomé.
Antes de terminar, unos datos curiosos, nuestra República producía en aquellos tiempos jabón, velas, bebidas refrescantes, hielo, chocolate, aguardiente, pastas alimenticias, calzado, baúles y algunos otros artículos más. Una verdadera potencia industrial.
Justo Emilio Calderón D. escribió en 1980 una tesis de grado basada en una biografía del presidente Valdés, de ella hemos obtenido varios datos de mayor interés.
Textos: Harry Castro StanziolaFotografías: Ricardo López AriasComentarios: vivir+@prensa.com

