La fundación de La Villa de Los Santos el 1 de noviembre de 1569 estuvo rodeada no solo de alegría, porque se vio surgir a esa nueva población, sino de intenso y gran dolor por la suerte que tuvo que correr el ciudadano Francisco Gutiérrez, quien estuvo en la lista de los personajes que resolvieron en esos tiempos fundar una nueva ciudad oponiéndose valientemente a las autoridades de Natá.
El Reino español tampoco aprobó esa decisión, consideraban rebelde a los gestores de la idea. La peor parte del castigo subsiguiente la sufrió el citado Gutiérrez, al haber sido proclamado como el primer alcalde de lo que hoy continúa siendo la siempre rodeada de rebeldía y lucha, o sea La Villa de Los Santos, nuestro principal motivo de interés hoy.
La suerte corrida por Gutiérrez, más injusta y cruel, no pudo ser. Lo detuvieron, pasó a la cárcel en donde lo tuvieron amarrado de manos y pies. Como si fuera poco, fue entonces condenado a ser paseado por el incipiente poblado hasta hacerlo llegar al sitio en donde sería ahorcado.
Menos mal que la cruel condena no se llegó a cumplir, pues las autoridades de la capital, o sea de Panamá, aceptaron una apelación que los compañeros de Gutiérrez habían elevado a su favor. Pero de la pena del destierro no se pudo escapar. Durante varios años no pudo vivir ni en Natá ni en la población que había ayudado a fundar y que iría a presidir. Además de Gutiérrez otros 17 personajes fueron los de la idea de fundar esa nueva y ya desde entonces rebelde conglomerado, siempre dispuesto a luchar.
Los apellidos Robelo, Martínez de Montenegro, Castro, Barrios, Moreno, Ovalle, González, Rodríguez, Escobar, Mendieta, Hernández, Ortiz, Jiménez, Salas y desde luego Gutiérrez fueron los principales gestores de esa fundación.
Y ¡ay!, con el continuo olvido de las generaciones futuras hacia los valientes e ilusos individuos que se sacrificaron por darnos lugar en donde vivir y más tarde otros privilegios más. De Francisco Gutiérrez, como muchos otros pioneros, nadie se suele acordar. Es una mala costumbre que tenemos que modificar, y concederle a ellos no solo nuestro recuerdo, sino la develación de bustos y estatuas; designar parques, calles y lugares públicos con el nombre de quienes por nosotros, desinteresadamente, supieron actuar.
Y como hay que leer bastante para conocer lo que ha significado el aporte que La Villa de Los Santos ha sabido ofrecer al desarrollo del territorio conocido como la República de Panamá, hay que comprender lo que ha representado la fecha del 10 de noviembre de 1821, cuando se profirió el famoso grito de La Villa que fue el inicio de nuestro largo, complicado y mal comprendido por muchos, ya que hasta críticas otra vez injustas levantó.
Pero que se aceptase o no, hizo que los santeños volvieran a sobresalir en el concierto de nuestras separaciones primero de España, luego de Colombia, del coloso del norte y lo que todavía nos falta para conseguir el puesto que nos corresponde en el plano local e internacional.
Pero la bella historia de La Villa no finaliza allí. La también discutida figura de esa misteriosa Rufina Alfaro, vuelve hacernos cabilar. ¿Existió, no existió? ¿Y qué? Que cada uno no olvide que acéptese como se acepte, la presencia o ausencia de tan bella física y moralmente figura es imposible de olvidar.
Y volvemos a insistir, hay que tratar de leer todo lo que muy variados autores han escrito sobre la heroica Villa de Los Santos.
Textos: Harry Castro StanziolaFotografías: Procesadas por Ricardo López AriasComentarios: vivir@prensa.com

