Ernesto Tisdel Lefevre fue presidente de Panamá en su calidad de tercer designado desde el 30 de enero de 1920 hasta el 30 de septiembre del mismo año. Un corto período es verdad, pero lleno de acontecimientos que se deben conocer y que no se pueden olvidar.
Tisdel era el apellido de un viejo amigo, desde la infancia, de su padre y al cual, este quiso recordar, llamando así a uno de sus 18 hijos que tuvo con su esposa Oderay Arango Chiari.
El padre de nuestro personaje de hoy, respondía al nombre de Enrique Lefevre y su madre al de Emilia de la Ossa.
Los estudios primarios los efectuó Ernesto tanto en Panamá como en Estados Unidos. Aquí estuvo en el Colegio del Istmo, así como en el de Balboa.
A él lo hemos escogido para continuar con las vidas y acciones de nuestros presidentes, labor que esperamos, por el interés que revierte, que la podamos finalizar, a razón de una cada mes o dos. Más tarde y en el país norteño se gradúa como ingeniero eléctrico, lo cual le fue útil para dedicarse a organizar y dirigir a las compañías que servirán de electricidad y telefonía a nuestro independiente país de ese entonces. Se hizo en esa forma de una sólida fortuna.
Fue el primer director de las oficinas de correos y telégrafos de este país. Interesado poco tiempo después en la política fue concejal del distrito y por un tiempo, presidente de esa corporación. Al mismo tiempo acumuló uno de los capitales para esas épocas más grandes de la nación. Invirtió bastante en tierras que también le fueron de gran utilidad.
Los futuros terrenos que hoy se conocen como Parque Lefevre, fueron en gran parte fruto de sus habilidades en el campo de las inversiones. ¿Y cuáles fueron las incómodas e inaceptables situaciones en que fue colocado nuestro ministro primero y presidente después en relación con las presiones y exigencias del coloso norteño?
Primero, el que este último exigía en ese caso al presidente Belisario Porras, pero del cual era secretario de Relaciones Exteriores, hoy se llamaría ministro, el señor Lefevre.
Estados Unidos le exigía a Panamá que eliminara a su cuerpo policial y a su vez les entregara la casi totalidad de sus armas, que por cierto no eran más que unos rifles muy primitivos. Era el único cuerpo, si es que se podía llamar así, cuerpo defensivo panameño. Pero el problema de límites con Costa Rica estaba en su apogeo y había que darle todas las ventajas a nuestros hermanos ticos para a su vez facilitar la consecución de tierras a la United Fruit Company, empresa estadounidense.
Luego aparecieron, las negativas para que Panamá utilizase el dinero que tenía en los bancos norteños, en la construcción de un ferrocarril hasta la provincia chiricana. La negativa a ello se presentó en diferentes ocasiones. Eran los fondos que después fueron llamados de la posteridad. Los que Estados Unidos dio a Panamá, pero retenidos allá.
Luego apareció otra absurda demanda, que tropas norteñas se instalaran junto con nuevas facilidades militares, en la isla de Taboga, alegando que así lo exigía el tratado Buneau Varilla. Por razones que no son muy claras ¿por qué el embajador de Estados Unidos, señor Price se oponía a que el gobierno nuestro nacionalizara la Lotería? ¿Cuál era el interés de él en esto? Por la forma en que luchó para ello lo convirtió a él en persona sospechosa.
Volviendo al señor Lefevre, como presidente le tocó vivir y manejar la gran protesta de nuestra ciudadanía en contra de la visita a nuestro país del general Pershing, jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Hasta el Club Unión, en donde departía con Lefevre, llegó el populacho, hicieron que a Pershing lo sacaran lo más rápido y seguro posible de allí, ya que la exaltada muchedumbre no hacía más que lanzar insultos y hasta piedras a él y a su gobierno.
Textos: Harry Castro Stanziola Fotografías: Ricardo López Arias Comentarios: vivir+@prensa.com
