"Siempre Gala". Con esta frase sencilla expresó el gran amor que desde que la conoció nunca dejó de sentir por su mujer el pintor español Salvador Dalí. La muerte de Gala, un 10 de junio de hace 25 años, sumió al artista de Figueras en una gran tristeza que lo mantuvo recluido una buena parte de los siete años que aún le quedaban por vivir.
Y es que Elena Ivanovna Diakonova, el nombre que le pusieron al nacer en 1894 en la ciudad rusa de Kazán, significó todo para Dalí: Gala fue su amante, su compañera, su agente y su consejera y, según los entendidos, la fuerza creativa decisiva para él. De hecho, el pintor nunca escondió que eligió a su esposa como su musa y la mitificó.
Así es como la mayor parte del público conoce a Gala, porque de la enigmática y misteriosa rusa que cautivó al pintor poco se sabe en realidad.
De Gala dijeron sus conocidos que hasta poco antes de morir conservó una gran vivacidad. El hecho de que se sometiera a varios liftings de cara, hace también intuir la importancia que otorgaba a su físico. Algunos pensaron incluso que tenía más años de los que oficialmente decía.
Una fractura de fémur fue el comienzo del final. Pese a que la operación a la que se tuvo que someter con casi 90 años fue un éxito en un inicio, su avanzada edad la precipitó después en una crisis postoperatoria.

