Hans Andersen, a pesar de ser brillante, aborrecía el estudio. Por eso decidió convertirse en cantante de ópera y se trasladó a Copenhague en septiembre de 1819. Una vez allí, fue tomado por lunático, rechazado y prácticamente se quedó sin nada, pero hizo amistad con los músicos Christoph Weyse, Siboni, y más tarde con el poeta Frederik Hoegh Guldberg. Su voz le había fallado, pero fue admitido como alumno de danza en el Teatro Real de Copenhague. Perezoso como era, perdió el apoyo de Guldberg, pero hizo amistad esta vez con Jonas Collins, el director del Teatro Real.
Repudiaba el estudio
02 ago 2005 - 05:00 AM
