La curiosidad pudo más que mi tacañería habitual: he pagado 38 dólares por un US Prime Ribeye Steak (eso sí, compartido con Rdt), y valió cada centésimo. Por lo general soy defensora acérrima de las carnes nacionales, estoy bastante tranquila con las vaquitas del patio.
Pero este filete estaba fabuloso: y es que el punto focal del nuevo restaurante de David Henesy y Carolina Rodríguez –propietarios de La Posta en cuya garantía anti-gato-por-liebre confío– es la nevera tipo carnicería, de la que el chef Rubén Ortega Vieto (panameño recibido del Culinary Institute of America) elige sus ofertas más serias.
Muy al estilo "oferta del mercado", los menús están impresos en pizarras que comparten las altas paredes del local con botellas de vino, dicho sea de paso, de buena selección y precio. El repertorio gastronómico está dirigido hacia los diner classics: emparedados y hamburguesas (las mejores del patio, según un espía de avanzada) y otros platos típicos de Middle America como mac-and-cheese, creamed spinach y chili con carne.
Ya que no podía faltar la ubicua ensalada Caesar, la pedimos con pollo. Para disgusto de Rdt y deleite mío vino con poco aderezo (calorías, hijo), crutones caseros y una pechuga tiernísima, en finas lascas. También probamos una Cobb con queso azul, pollo, tocino y aguacate, sabrosísima. Otra entrada interesante es un pincho de camaroncitos al grill servido sobre una cama de ratatouille con los vegetales aún crocantes, en finos dados, con salsita de tomate y aceite de albahaca. Rico y delicado. Más camarones (o una versión de langostinos, más cara) en un coctel con una salsa tipo golf, pero con un toque de mostaza y una rica taza de crema de zapallo con tocino terminaron las entradas que pedí en dos visitas.
La segunda vez, acompañada de Mamita y "flia" (esas abreviaturas como Licda que tiendo a leer tal y cual) pedimos una de las hamburguesas: cabe la salvedad que para quien desee, hay un simpático plato de sliders, o sea esas chiquitinas cuadraditas como las de White Castle, pero con carne de primera, misma que se utiliza para las hamburguesas, que vienen en interesantes permutaciones: desde la Cadillac (en muffin con bernesa) hasta la ejecutiva, con tocino, aguacate y cebolla frita, son ocho onzas de buena carne molida in situ.
Dos emparedados riquísimos: un Philly Cheese Steak con la carne rebanada finita, jugosita, con queso suizo y cebollas salteadas, en pan baguette; el otro de pulled pork (traducción: ropa vieja de chancho a la barbacoa) con buen sabor, tierna, sin mucho tomate ni vinagre que quite el gusto, casi tan buena como una que comí preparada por Bobby Flay (no te toy grubeando).
Uno de los aspectos más interesantes del menú, para mí, es el epígrafe de las guarniciones o sides: recomiendo la espinaca en crema y las habichuelas con tocino; el mac and cheese no me gustó tanto, tal vez porque el de Mamita es buenísimo, o tal vez por la actual fobia a los carbohidratos, que me hizo sentir también que el cake de Bailey’s no era una oportunidad de zamparme un lamparazo del rico licor irlandés sino una oportunidad de ingerir calorías indeseadas. En cambio, casi lamo el plato con la versión del chef del famoso postre creado para Ana Pavlova: Ortega hace un macaroon gigante con coco, lo rellena de natilla de maracuyá y lo sirve sobre salsa de fresa. Espectacular, como también la mamallena, que viene con helado de vainilla. Para los chocolateros, qué más pues, brownie. En resumen, cocina sencilla –aunque no barata– bien ejecutada con un toquecito extra y una carta de vinos, eso sí, extremadamente razonable y bien pensada. Dixit.
FICHA TÉCNICA
• COMIDA: Muy buena
• SERVICIO: Bueno
•AMBIENTE: Bistrot
• COSTO: Menos de $15 y $25 en adelante
• RECOMENDADOS: Ribeye Steak ($38 / 22 oz.), Pavlova ($5), Philly Cheese Steak ($9),
• ACCESO A DISCAPACITADOS: Rampa
•HORARIO: De 12:00 m.d. a 2:30 p.m.; 6:30 p.m. a 12:00 m.n.
• TELÉFONO: 264-9401
• ACEPTAN: Clave, Visa, Master Card y American
