Richard Milhous Nixon, 37º presidente de Estados Unidos, visitó la ciudad de Colón el 24 de febrero de 1955 cuando era vicepresidente en su país.
Había llegado a la capital de la República el día anterior. Una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional le fue dedicada a él, quien no hablaba español. Pero Henry F. Holland, uno de sus secretarios asistentes, le sirvió de intérprete.
A pesar de que fueron días cercanos a los carnavales, nuestro huésped fue debidamente atendido. Y él estuvo muy activo, lo mismo que su esposa Thelma Catherine Pat Ryan.
A esta capital, Nixon había llegado desde Tocumen el día anterior, o sea el 23. De aquí partió hacia Puerto Rico tres días más tarde.
Nixon visitó nuestra Catedral, conversó con el Arzobispo en funciones. Visitó la tumba del asesinado presidente José Antonio Remón Cantera. Visitó a la viuda de este, Cecilia Pinel. Paseó por la ciudad, así como por diversos lugares de la extinta Zona del Canal.
Recibió un sombrero Panamá por parte de nuestro mandatario Ricardo A. Arias; la esposa de éste le obsequió una cadena chata a la esposa de Nixon.
Nixon estuvo también durante parte de un día en Chiriquí, mientras su esposa visitaba establecimientos de salud, asilos y demás.
Volviendo por un momento a Colón, Nixon fue invitado por el gobernador de esa provincia, José María González, a desayunar. Por cierto, asistimos a ese acto. El citado gobernador ofreció un menú criollo que fue todo un éxito. Más tarde, cuando la reina Isabel I de Inglaterra estuvo en Colón, el gobernador González quiso repetir ese tipo de invitación. Pero ni el protocolo inglés ni Scotland Yard estuvieron de acuerdo.
Un desayuno típico nuestro quizá no le hubiera caído muy bien a los reales intestinos de su majestad.
Acordémonos que después del desayuno, ella saldría en auto hacia la capital. ¿Qué tal si las carimañolas, el bollo, los buñuelos no le hubieran caído bien? ¡Inglaterra nos hubiera declarado la guerra por no tratar bien a su soberana!
Sin embargo, ese mismo día, pero ya en la capital, en el Club Unión y en la noche, nuestro mandatario, el general Remón, se dio gusto bailando todo el repertorio típico con Isabel, “Chavita”, como la llegaron a llamar. No creo que haya querido regresar por acá si hubiese sido necesario.
Camilo Levi Salcedo, nuestro hábil y bien experto jefe del protocolo, tuvo que sudar la gota gorda con tanto entusiasmo a cargo de nuestros típicos personajes tropicales.
Volviendo a Nixon, él fue el que tuvo que renunciar más tarde a la Presidencia de la República; lo hizo el 9 de agosto de 1979 para evitar el juicio en el cual hubiese sido condenado por lo sucedido en el edificio Watergate de Washington en donde sus asistentes pusieron micrófonos para oír lo que los demócratas hablaban, algo que como sabemos es absolutamente prohibido.
FUENTES
Textos: Harry Castro Stanziola
Fotografías: Judith de Pretto. Procesadas por Ricardo López Arias.
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