Crear un robot involucra un diseño creativo y mecánicamente funcional, además de una programación para que ejecute una acción deseada. En algunas escuelas, los estudiantes aplican sus conocimientos para hacer robots de Lego, tarea en la que trabajan en equipo y desarrollan su capacidad de análisis.
Esta semana, alumnos de entre 7° y 12° del Colegio St. Mary, el Colegio Saint George, la Escuela de Artes y Oficios Melchor Lasso de la Vega, el Colegio La Salle y del Centro Profesional San Ignacio de Loyola Fe y Alegría participaron en un concurso intercolegial de robots en la Universidad Tecnológica de Panamá (UTP), celebrado como parte de la Ira. Semana de la Robótica que organiza esta institución, para motivar el estudio de carreras de tecnología. Adicionalmente, miembros del Club de Robótica de la UTP dictaron charlas sobre cómo hacer videojuegos y sobre plataformas para crear robots.
Los alumnos compitieron con robots de Lego autónomos en las categorías: seguidor de línea, cuerda, sumo, laberinto y reto libre. El Colegio St. Mary ganó el primer lugar en las categorías de seguidor de línea, laberinto, sumo y reto libre. Por esta escuela compitieron dos equipos: uno integrado por Elizabeth Lam y Nancy Ching; y el otro, por Pave Mislov, Roberto Qiu y Johnny Gang.
La robótica favorece la capacidad de interpretar la información para resolver problemas. Pave Mislov explica que en el reto libre, originalmente querían hacer una versión miniatura de grúa con un brazo extendible, pero se dieron cuenta de que el brazo era muy pesado y los engranajes no andaban, por lo que, en los últimos tres minutos, debieron modificar su robot.
Le añadieron una cámara y se convirtió en un “robot espía” que además puede entrar en sitios muy pequeños o peligrosos para el ser humano. Con esta idea, su grupo quedó empate en segundo lugar con el del Colegio La Salle, que presentó un robot escalador que detectaba obstáculos mediante un sensor de ultrasonido. Sus compañeras de colegio ganaron el primer lugar.
En las primeras competencias, el público observaba en silencio cómo los robots intentaban terminar un recorrido por una pista blanca de líneas rectas y curvas negras, y salir de un laberinto con corredores de 25 cm de ancho y 17 cm de altura, en el menor tiempo posible. Tuvieron algunos problemas con el diseño mecánico en el laberinto: a uno se le caían piezas al tropezar, otro se inclinaba al chocar con una pared o se quedaban estancados en una sección, por lo que se les permitió a los grupos modificar la programación mientras el tiempo seguía corriendo.
El concurso más animado fue el de sumo, en el que los robots no podían pesar más de 1.5 kg ni exceder los 30 cm de ancho y 33 cm de longitud. Eran colocados en una plataforma circular y aquél que lograba tumbar, empujar o sacar al contrincante del círculo, obtenía un punto. Si uno se salía, terminaba el round a favor del otro. En esta competencia participaron los equipos del St. Mary, Saint George y Fe y Alegría, quienes “animaban” a su robot y observaban con desilusión cuando éste no se movía o estaba perdiendo, y luego gritaban cuando se revertía la situación. Al final, ganó el primer lugar el Colegio St. Mary.
Los ganadores de primer y segundo lugar de todas las categorías recibieron como premio dinero, a los estudiantes del Artes y Oficios, aunque no ganaron, les reconocieron su esfuerzo y le otorgaron memorias USB. También se repartieron bolsas y camisetas para todos. Al final, como dijeron varios profesores, la mayor ganancia fue la experiencia. Los organizadores esperan poder realizar este tipo de concursos, al menos, dos veces al año.
TAMARA DEL MORAL
