Moscú. Los últimos años de los 60. Entrado el otoño. Hoy, los recuerdos de aquella lejana adolescencia se proyectan a todo color.
Salgo del metro en dirección a la única sinagoga en la capital; observo en las calles carros negros que parecen gallinazos en espera de carroña.
Me acerco a la sinagoga. Hay mucha gente afuera, conversan en voz baja. Entro y subo donde están las mujeres. Me siento como en una reunión clandestina, pero pronto esa sensación pasa. Señoras amables ofrecen dulces, higos secos y copas de vino muy dulce.
Celebramos Simja Torah, una fiesta que coincide con el día en que se termina de leer la última parte de la Torah (primeros cinco libros de la Biblia, escritos en papel pergamino y leídos en la sinagoga) y se comienza otra vez con la primera.
Es una fiesta diferente, no está basada en ninguna literatura bíblica, talmúdica o rabínica; tiene su origen en el deseo del pueblo judío de expresar su amor y aprecio por la Torah.
En la planta baja de la sinagoga observo a los hombres desfilando en círculo siete veces, portando la Torah. Distingo a mi papá: es muy alto, con un pañuelo amarrado con cuatro nuditos en la cabeza, en vez de la kipá.
Unos cuantos leen de la última porción de la Torah. Los rollos sagrados son extraídos del arca y paseados en solemne procesión alrededor del altar. Al final del cortejo marchan los niños, agitando banderitas. A cada vuelta del cortejo la congregación rompe en cánticos.
Desde la galería superior las mujeres arrojan nueces y golosinas, los niños las recogen alegres.
Al terminar el servicio religioso, salimos a la calle. Ahí presencio un momento prodigioso. Hombres, mujeres y niños cantamos con júbilo expansivo. Es un cántico en yidish que me enseñó mi madre. Me llena de emoción. Me hace sentir lo que soy: judía.
Junto con los demás me lanzo a bailar en círculos, el tiempo desaparece. En pequeños grupos se convida con refrescos, vinos o jugos, frutas secas y dulces. Este instante se quiebra por la presencia de milicianos que nos obligan a dispersarnos. ¿Por qué? No quiero recordar.
