Morita Hiromitsu recuerda cada detalle del 6 de agosto de 1945. Ese día, el cielo de Hiroshima (Japón) se tiñó de una oscuridad total que solo fue rota por una luz, un destello que llegó acompañado de una ráfaga que destrozó las ventanas de su casa y lo lanzó cinco metros atrás. La bomba nuclear Little Boy fue lanzada por las tropas estadounidenses acabando con todo a su paso.
Hiromitsu, de 10 años por entonces, vivió para contarlo porque minutos antes de la explosión había entrado a su hogar. Su familia no corrió con la misma suerte.
Kotani Takako también estaba en la ciudad al momento del impacto. Tenía 6 años, pero conserva en su memoria los relámpagos y el temblor consecuencia del estallido. Las paredes de su casa la salvaron de las llamas, pero afuera todos estaban quemados. "Todos murieron". En una frase: "Era un infierno".
Los testimonios de Hiromitsu y Takako se sumaron a las anécdotas de otros 5 hibakushas (sobrevivientes de las bombas nucleares) de entre 75 y 90 años que fueron compartidas el pasado 26 de junio en el Ateneo de Ciudad del Saber, durante un foro que conmemoró los 70 años tanto del bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki y, poco después, la creación de Naciones Unidas.
Los hibakushas contaron cómo en los años posteriores al suceso fueron apareciendo más secuelas en ellos y en sus descendientes hasta hoy.
Takako, Hiromitsu y el resto de sobrevivientes de los ataques que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial llegaron a Panamá como parte de una gira del Barco de la Paz, organización que promueve el desarme y el desarrollo sostenible.
La actividad cerró con la presentación del Ensamble de Madera del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles del Estado de Vargas (Venezuela) y con un mensaje en consenso: "Lo que pasó en agosto de 1945 no debe volver a ocurrir".
Hoy hay unas 19 mil armas nucleares en posesión de 9 países, según Naciones Unidas, y la mayoría son "decenas de veces más potentes" que las que cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki.

