Fue el primer africano en ser distinguido con el premio Nobel de Literatura y, con ello, logró captar una mayor atención de Europa y Estados Unidos hacia la tradición oral de su continente.
Sin embargo, Wole Soyinka -que no solo escribe novelas y cuentos, sino que también se hizo un nombre como poeta y dramaturgo- no se circunscribe solo a las bellas artes y las palabras.
El escritor, que mañana lunes 13 de julio cumple 75 años, se hizo un nombre como defensor de los derechos humanos más allá de su patria, Nigeria.
Debido a sus convicciones y sus críticas al antiguo régimen militar en Nigeria, este hijo de un director de escuela del pueblo Yoruba estuvo preso por sus ideas políticas de 1967 a 1969. Allí aprendió mucho acerca de “las posibilidades ilimitadas de la supervivencia humana”, según dijo Soyinka.
“Pasé un año y 10 meses recluido y era consciente de que intentaban destruir mi alma, negándome el acceso a los libros y a la escritura”.
En ese entonces, se mantuvo ocupado con problemas matemáticos y fórmulas de álgebra para superar el vacío espiritual en su celda.
También, durante su largo exilio en el Reino Unido y Estados Unidos, siguió siendo un duro crítico de la dictadura militar en Nigeria. No solo comentó los acontecimientos políticos en su hogar, sino que dedicó su discurso por el premio Nobel en 1986 al entonces todavía encarcelado líder de la independencia sudafricana, Nelson Mandela. Una de sus obras de teatro, Rey Baabu, trata sobre las dictaduras en África.
“Me crié en un ámbito en el cual las palabras eran parte de la cultura”, dijo Soyinka sobre la importancia de las narraciones en su familia. Al mismo tiempo, aprendió en la escuela y más tarde, durante un estudio de literatura inglesa en Nigeria y Reino Unido, las tradiciones narrativas de la ex potencia colonial y sumó esto a su obra.
Como dramaturgo, trasladó géneros teatrales tradicionales y de la antigüedad, a ámbitos africanos. Durante su estudio escribió sus primeras obras teatrales.
La vida en el campo en Nigeria, durante su infancia, sigue atrayendo a Soyinka. Mientras, el escritor, que ya peina cabellos blancos, afirma que sueña con una vida apacible en su pueblo. Sin embargo, su interés en la lucha por un África mejor aún no se lo ha permitido.

