Ana Alfaro Especial para La Prensavivir+@prensa.comLos griegos conocían tres tipos de rábano, y que corresponden a las versiones largas y redondas de nuestra actualidad y a una variedad redonda, que varía de blanco a púrpura casi negra, que se cultiva en España.
Plinio (Roma, siglo I d.C.), describe otro tipo de rábano y dice que "era casi del tamaño de un bebé varón". El rábano desapareció de la literatura europea con la caída del imperio romano, aunque supuestamente todavía se cultivaba, y no se volvió a mencionar hasta el siglo XIII, cuando lo describió un tal Albertus Magnus. Luego siguieron otros escritores europeos, entre ellos el famoso herbolario Mattioli del siglo XVI, que describió un rábano de 45 kilos.
En Panamá básicamente conocemos dos tipos de rábanos: el gran rábano blanco oriental, que también se conoce por su nombre japonés de daikon, que significa gran raíz.
Sin embargo, el que nos ocupa hoy es el otro, el rabanito rojo que es tan rico en ensaladas. Otra de sus virtudes es su casi total carencia de calorías. Desafortunadamente, tampoco es uno de esos milagros de la naturaleza que están llenos de vitaminas y minerales con cero colesterol. Sus bondades nutritivas se limitan a un poco de vitamina C y rastros de potasio, pero nada es perfecto.
Para lo que sí resulta perfecto el rabanito, con su exterior rojo y su interior níveo, es para las ensaladas esas que te llenan la panza, y en estos días de dieta mía y calor de todos, cae muy bien una ensalada llenadora (además, con mucha fibra para evitar el cáncer del colon).
En el recetario incluimos un coleslaw algo fuera de lo común, con sabores más divertidos que el habitual. Si no quiere tanto vegetal distinto, otra sugerencia rápida es: cortar los rábanos en rodajitas y dejarlos reposar en la nevera durante una hora con una cucharadita de azúcar y media de sal.
Al cabo de la media hora, se enjuagan y se escurren, y tendrán un encurtido casero refrescante, perfecto para acompañar un pescado a la plancha.

