Hace ya varios años, que investigando en una biblioteca de Estados Unidos de América, “la gringa” (puesto que hubo Estados Unidos de Colombia, de México, de Venezuela y de seguro que otros más), vimos un mapa del Panamá de esos tiempos (siglo XIX), en el cual nuestro territorio llegaba a través de una estrecha franja de tierra hasta casi la mitad de lo que hoy es Colombia, ya que correspondía en gran parte al actual departamento del Chocó. Aquello nos llamó, poderosamente, la atención; nos preguntamos: “¿qué pasó después?”
En un artículo también leído tiempos atrás, observamos que fue durante uno de los períodos en que Tomás Cipriano de Mosquera fue mandatario de Colombia cuando, tranquilamente, nos rebanó esa importante región, ya que en los futuros mapas lo que se ve es el resultado de tan trágica amputación. Seguiremos investigando acerca del sugestivo caso anterior, si los lectores nos pueden ayudar con sus conocimientos acerca de lo sucedido, háganlo por favor.
Ahora ustedes comprenderán el porqué le vamos a dedicar la página de hoy de Raíces a ese general colombiano, cuyo nombre ya hemos mencionado y quien afortunadamente tuvo otras mejores intervenciones en lo que hoy es nuestra nación.
Mosquera, según hemos leído, fue el primer mandatario entre 1845 y 1848, 1861 a 1863, de 1863 a 1864 y de 1866 a 1867. Durante esos tiempos, tuvo actuaciones que fueron altamente criticadas y otras en donde lo que hizo se le agradeció.
Por todo lo anterior, esperamos que lo que le vamos a exponer le resulte de algún interés. Nació nuestra persona en la augusta ciudad de Popayán, el 22 de septiembre de 1798; un hermano de él, Joaquín, también fue primer funcionario de aquel país y otro de nombre Manuel, arzobispo de Bogotá. Desde que era muy joven, 14 años cumplidos, comenzó a participar en batallas guerreras bajo el mando de Antonio Nariño y Simón Bolívar después, este último lo nombró su edecán cuando apenas tenía 24 años de edad.
En 1824 y en otra acción militar, recibió un terrible balazo en la cara que le fracturó en varios pedazos su maxilar inferior. Se fue a Estados Unidos, en donde le pusieron placas metálicas para tan siquiera poder masticar o hasta hablar, lo cual hizo aun con gran dificultad, sobre todo para pronunciar algunas palabras. Todo esto le valió un denigrante y vulgar sobrenombre, con el cual sus enemigos pretendieron hacerle aún más mal: “Mascachochas”.
Después va a Perú para luchar por la independencia de ese país; allí se gana el grado de general. Es nominado para el Congreso colombiano, con posterioridad es nombrado secretario (hoy ministro) de guerra y de marina.
En 1845, es elegido presidente de su nación y estando allí, cinco años más tarde, inicia la construcción del ferrocarril de Panamá-Colón, una obra decisiva para el futuro y actual progreso de nuestra nación. Desgraciadamente, como ha sucedido con casi todas las inversiones grandes que se hacen aquí, las ganancias se van hacia el exterior, algo que pronto debe desaparecer o por lo menos, minimizarse.
Pero no debemos terminar estas líneas sin también recordar que Mosquera fue, en determinadas épocas, un furibundo anticlerical; llegó hasta expulsar a los jesuitas del territorio nacional, lo cual incluyó a Panamá.
Tampoco olvidemos que a causa de lo anterior, la primera universidad que tuvimos se tuvo que clausurar.
La de Mosquera es una biografía que por tantas variantes se debe leer, y con mucha atención.
FUENTES
Textos: Harry Castro Stanziola
Comentarios: vivir@prensa.com

