Es una gran satisfacción ver a un niño sonreír, “es indescriptible”, detalla Carlos Díaz Valerín, animador de mascotas.
Con más de ocho años haciendo este trabajo, dice que el tiempo máximo en que ha estado disfrazado de un personaje es por casi cuatro horas y “casi le cuesta la vida”. Ahora hace más caso de las reglas, como no estar más de una hora con el disfraz puesto, “pues se pierde mucho líquido y si este no tiene buena ventilación, se respira dióxido de carbono”. Según cuenta, los últimos personajes han mejorado en comodidad.
Muchas de estas mascotas han sido modernizadas, como Zambo, que fue comprado en Estados Unidos con la configuración de los muñecos de Disney, y posee mecanismos internos para darle ventilación y mantener la temperatura del cuerpo adecuada. Además, posee micrófono incor- porado para modular voces, detalla Carmen Elida Contreras, de la Caja de Ahorros.
Según Contreras, de acuerdo con las estadísticas de sus solicitudes, en el último año, Zambo ha llevado diversión y alegría a cerca de 30 mil niños en el área metropolitana.
Actualmente a quien más interpreta Díaz Valerín, es al tigrillo Eddie, de Tele7. “Le encanta brincar, bailar, aga- charse y hacer las coreografías”, relata el animador.
Chester Cheetah es la mascota de los snacks Cheetos, y según el animador que lo interpreta (que prefiere no revelar su identidad) es “una emoción ponerse a bailar y saltar con los niños, y animarlos con juegos”.
A la mascota de Cheetos le encanta interactuar con los niños, además de tener dos canciones propias, que baila con movimiento de brazos, saltos, slide y coreografías.
La diversión es parte de la animación, narra Chester Cheetah, quien dice que al despedirse, “los niños se ponen tristes”.
EXPERIENCIAS
En sus inicios, Díaz cuenta que se disfrazó con un muñeco que estaba pegado con cola, y le tocó estar en la vía Transístmica repartiendo volantes. Debido al calor y el olor, quedó con un fuerte dolor de cabeza.
Una de las experiencias más lindas que recuerda fue cuando visitó una escuela primaria oficial, donde el premio era un basurero para un salón, con la foto del personaje. La niña que se lo ganó, lo abrazó muy fuerte y le dijo: “te quiero muchísimo, muchas gracias”. “Y todo fue por un basurero, pero para ella, significó demasiado”.
Pero, así como hay travesuras de niños que dan risa y las disfruta, otros le hacen maldades.
“Una vez me tocó ir a una escuela a la que más nunca quiero ir, pues nos empezaron a tirar piedras antes de terminar el show”. Además, a veces con el disfraz no se tiene mucha estabilidad, y el campo de visión es muy pequeño. “Nos tuvieron que sacar con ayuda, pues ni los maestros los podían controlar”, relata.

