Los primeros europeos que arribaron a las costas de Sudamérica denominaron a los pingüinos magallánicos (Sphenicus magellanicus) “pájaros niños o pájaros bobos”, por su caminar bamboleante.
En septiembre, cuando empieza la primavera austral, las hembras de la especie llegan a la reserva argentina de Punta Tombo, unas dos semanas después de que ya lo han hecho los machos. El reencuentro entre ambos géneros inicia el ciclo de reproducción.
Día a día se van juntando en la pedregosa franja de la costa de la provincia de Chubut cientos de miles de estas aves.
Si uno visita la reserva en septiembre y octubre, asiste al arribo de las hembras y el apareamiento; en noviembre al nacimiento de las crías, y un mes más tarde a las primeras incursiones de los pichones en el mar. En abril, los pingüinos adultos comienzan a emigrar hacia las cálidas aguas del sur de Brasil, de donde retornarán a los seis meses para recomenzar el ciclo.
Cuando regresan, los pingüinos ocupan los mismos nidos que dejaron la temporada anterior, normalmente con la misma pareja. Los nidos pueden estar cavados en la tierra o construidos bajos los arbustos.
Las hembras tienen casi siempre dos crías, de las cuales una suele sobrevivir. Los dos pingüinos adultos se turnan en empollar los huevos y alimentarse en el mar –de peces y plancton-, para no abandonar el nido y evitar que las aves de la reserva lo ataquen.
Con asesoramiento de los guías, los turistas pueden seguir a escasos metros de distancia a los pingüinos.
Pero por lo general las aves permiten a los visitantes que caminen por la reserva y que las observen mientras cuidan de sus crías, nadan, se pelean o cortejan entre sí antes de la cópula. Si se cansan de tanto seguimiento emiten un sonido parecido a un rebuzno, que es bastante intimidante.
Los pingüinos de Magallanes, que pueden vivir unos 20 años, miden entre 70 y 76 centímetros de altura y tienen un doble collar blanco y negro.
Los adultos presentan plumaje negro o grisáceo en el dorso y blanco en la parte delantera, y los pichones un plumón de color gris sucio.
Cuando los jóvenes pingüinos emigran, en febrero, los adultos se quedan un tiempo más para cambiar el plumaje. Machos y hembras se dedican al cuidado mutuo. Pasan gran parte del día ocupados en la limpieza de su cuerpo con el pico, o sentados uno al lado del otro.
Son nadadores hábiles y pueden hundirse hasta 80 metros por debajo del nivel del mar. En las aguas del océano es donde pasan la mayor parte de su vida, e incluso duermen.
Punta Tombo también acoge numerosas aves marinas, como las gaviotas australes, los cormoranes reales y de cuello negro, las palomas antárticas y los petreles gigantes.
Está prevista la construcción de un Centro de Interpretación en la reserva de Punta Tombo para brindar mejores servicios a los visitantes. El proyecto incluye un servicio de explicación de la fauna del lugar y laboratorio científico.
La reserva, donde también hay guanacos, ñandúes y zorros, está a 181 kilómetros de Puerto Madryn y a unos 100 de la ciudad de Trelew.
