El silencio impregnado en un jardín solitario se magnifica ante una imponente capilla de sobresalientes estatuas que parecen vigilar al primer intruso que se aproxime al santo lugar.
Antes de atravesar el letrero forjado en hierro, que deja clara la entrada al Monasterio de la Visitación de Santa María, ubicado a un costado de la vía El Peñón de Las Cumbres, ninguno de esos muros podría advertir de la presencia de 15 monjas de clausura que pasan sus días dedicadas a la oración constante.
Al avanzar hacia el vestíbulo de la estructura, un patio interno techado e iluminado naturalmente recibe al visitante. Es el preámbulo a la capilla y al locutorio, este último está acondicionado para el intercambio entre el mundo exterior y las 15 religiosas (10 consagradas y otras 5 en formación) que han renunciado a sus familias, a las pertenencias materiales y a los lujos de la vida moderna para reverenciar con su trabajo y oración a Dios.

En el locutorio, una reja metálica diseñada en cuadrantes es la barrera inmediata que divide su mundo del resto. “No podemos atravesar este límite por mandato papal”, explica la hermana Margarita María, que tiene 22 años en la orden y es la actual encargada de guiar a las novicias que la rodean hacia la consagración.
Cualquiera que cruce la frontera estaría ganándose como “sanción” la excomunión oficial del Vaticano, advierte la monja, distinguida del grupo de aspirantes por su capa negra que le corona la cabeza y denota ante la comunidad la profesión de sus votos de obediencia, castidad y pobreza.
Establecimiento oficial en el istmo
Pero aquella reja pronto queda siendo solo un simbolismo, porque las novicias con destellos en sus pupilas se aprestan a contar las bondades que la estadía en el sitio les aporta a su formación espiritual y contemplativa. Con cada rezo, letanía o laude, ellas aseguran el bienestar de miles de misioneros, sacerdotes y hasta almas olvidadas.
No importa para quién sea el provecho, lo que importa es que la contemplación constante surta los frutos necesarios. Al fin y al cabo sus faenas cotidianas son ofrendas que se elevan en secreto para agradar a Dios.
Sostener una comunidad religiosa requiere de un equilibrio, un ecosistema basado en la distribución de las labores, en donde por muy dura que sea la tarea no cesa la oración
Una jornada ardua
El día empieza a las 4:15 a.m. para las 15 religiosas que comparten techo en el Monasterio de la Visitación de Santa María, una orden que lleva 405 años de instaurada en el mundo y está presente en Panamá hace 90 años.

El inmueble que alberga a la congregación panameña fue levantado en 1959, cuando la orden de monjas dejó el edificio original, fundado en 1925 en Bella Vista, donde actualmente opera el colegio Primer Ciclo Panamá, por dos hectáreas en Las Cumbres rodeadas de naturaleza y libradas del bullicio citadino.
Una de las novicias es Kirian Esther, de 18 años, quien tras un año de integrarse a la vida monástica siente que ha encontrado al fin un lugar en donde quiere estar hasta dar el último suspiro. “Allá afuera podía hacer lo que quisiera, pero no me sentía libre. Me sentía dominada, triste, aburrida. No le hallaba un sentido a mi vida”.

Preselección
Otra de las aspirantes es Lourdes María, quien dejó sus estudios de veterinaria y comenta que encontró la vocación religiosa luego de fungir como monaguillo durante su adolescencia.
Las novicias son la esperanza de toda congregación religiosa, su adherencia garantiza la sostenibilidad de la orden, aunque, en promedio, por cada cinco chicas que entran a probar la convivencia en el claustro, dos se regresan a sus casas.
Para llegar a ser monja, se requieren como mínimo cinco años de preparación. El proceso de selección es riguroso: deben aprobar exámenes psicológicos, constar con testigos de su actitud vocacional previa y estar libre de deudas bancarias.
“Si la aspirante tiene bienes o propiedades debe cederlas o donarlas a una institución o a un familiar”, aclara la instructora de novicias, la hermana Margarita María.
Lo más difícil es alejarse de la familia, a la cual solo podrá ver por visitas en el locutorio o recibir una llamada por mes.
Las monjas más jóvenes también apoyan en el cuido de las veteranas. En el caso de esta congregación, hay una de origen colombiano que alcanza los 91 años.
Factor trabajo
Las hermanas visitandinas, como se les suele conocer, tienen un trabajo clave, que repercute en los oficios ministeriales de la Iglesia católica de Panamá.
Por sus manos pasan todas las hostias que luego serán santificadas durante los ritos eucarísticos. Todas las mañanas las religiosas se dedican a cortar en forma circular la masa de pan ácimo, compuesta por trigo y agua carente de levadura. Luego verifican su calidad, que estén íntegras.
En la mini fábrica, y con el trabajo en conjunto, se pueden producir aproximadamente 25 mil figuras circulares. La misión es ardua. Si un día dejaran este trabajo, se vería afectada la realización del sacramento más importante de la Iglesia católica: la comunión del Cuerpo de Cristo.
Estadística
La visitandinas también se encargan de la confección de los atuendos que utilizan los sacerdotes para celebrar los misterios sagrados: sotanas, estolas, mantos y sus diferentes diseños corren por cuenta de su creatividad.
De ambas actividades reciben fondos con los que cubren los gastos de la comunidad y le dan mantenimiento al edificio del monasterio dotado de 36 habitaciones.
Según la hermana Margarita María, la ocupación más alta del monasterio se reportó en 1975 cuando hubo 34 integrantes en la orden istmeña.
La diversión es también parte de la agenda diaria, juegos de baloncesto y voleibol tienen sus estrellas en los recesos entre las 7:45 p.m. y las 8:30 p.m. Aunque los canchas y los arcos estén deteriorados, no hay excusas para un buen partido entre ellas.
El sonido de una campanilla es la señal de que hay una actividad diferente por cumplir, a las 8:31 p.m. las hermanitas se dirigen a sus habitaciones (celdas) para ir a descansar. Mañana habrá mucho trabajo por delante y más motivos para orar.
El monasterio y la era digital
Contrario a las corrientes de conventos en el mundo, que han dejado ver sus actividades en Facebook para atraer adeptas, las visitandinas solo mantuvieron una relación cercana con la red social entre 2010 y 2012. Se vieron obligadas a tomar distancia y cerrar la cuenta irremediablemente. “Facebook desconcentra”, justifica la hermana Margarita María.
La congregación ha dejado activa la web www.visitacionpanama.org, desde donde atiende las inquietudes de las interesadas en la vida religiosa, así como las peticiones de los feligreses para que oren por un favor especial.
Una de sus estrategias es la jornada vocacional anual, que celebran en agosto, cuando invitan a cientos de chicas para que conozcan la experiencia durante un fin de semana. En 2014, 94 jóvenes acudieron al llamado que cumple con el objetivo de acercarlas a Dios.







