El poeta argentino Alejandro Roemmers recupera en su libro El regreso del joven príncipe, presentado el martes en Buenos Aires, las enseñanzas que aprendió de El Principito, aunque con un final menos triste.
A pesar de que el autor dijo que su obra no es una continuación del libro de Antoine de Saint-Exupéry, el protagonista vuelve a ser ese niño inocente que cuidaba una rosa, esta vez convertido en adolescente perdido en la Patagonia al que recoge un conductor maduro.
Ambos entablan una larga conversa en la que se van desgranando los grandes interrogantes de la vida, de forma que el viaje se transforma en un recorrido espiritual que va de la inocencia a la madurez, de lo cotidiano a lo transcendente.
“Es un complemento espiritual al Principito. Rescata los valores de la infancia que no hay que perder”, aclaró Roemmers, quien de joven leyó El Principito y quedó “tristísimo”. Ahora, escribió el libro (de unas 200 páginas), en nueve días.
Saint-Exupéry cerraba su relato pidiendo “no me dejen triste, escríbanme pronto, que el Principito ha regresado...”, y 65 años después un argentino ha respondido a su llamado trayendo de vuelta al joven viajero.
“Tocaba a un argentino ofrecernos su visión de El Principito”, dijo el sobrino nieto de Saint-Exupéry y presidente de la fundación homónima, Frederic dAgay, en el prólogo del libro.
Saint-Exupéry vivió y trabajó en Argentina, en donde encontró a su mujer, y hay quien dice que la boa que se tragó al elefante en el célebre dibujo de El Principito es el contorno silueteado de la Isla de los Pájaros en la Península Valdés (Argentina).
“Quien lea el libro sentirá después un poco más blandito el corazón y ganas de abrazar a alguien”, indicó Roemmers, presidente honorario de la Asociación Americana de Poesía, quien añadió que será “más difícil” hacerlo para una persona que esté “muy estructurada” que para un joven.

