Maruja Herrera, directora del Ballet Nacional, considera que el ballet se ha desarrollado en Panamá en los últimos años. Su generación de bailarinas es el resultado de lo que se sembró hace 20 ó 30 años, y considera que han dado buenos frutos, especialmente al educar a la nueva generación de bailarinas.
Sin embargo, que muchas niñas bailen ballet, no refleja la realidad de ser parte del Ballet Nacional.
Raisa Gutiérrez, profesora, instructora y anteriormente primera bailarina del Ballet Nacional, reconoce que la compañía ha tenido altibajos, aunque nota que el nivel de educación de las bailarinas ha subido. “Representamos bien al país a nivel centroamericano, incluyendo los hombres. Panamá definitivamente da la talla y se deja muy bien el nombre del país”, señala.
Herrera también se siente satisfecha con el trabajo de la compañía como unidad, pero confirma que siempre hay campo para mejorar. “Nos hace falta más organización, más apoyo, y especialmente constancia”.
Ser bailarín no es un pasatiempo, sobre todo cuando se es parte de una compañía que tiene el peso de un nombre como el Ballet Nacional. Tampoco es un trabajo fácil; los compromisos van más allá del horario de trabajo. Se tiene que mantener una régimen estricto, ser disciplinado y constante.
(Vea 4B)
