De los dos personajes que les presentamos hoy, el que aparece solo está caracterizado por sus enormes y blancos bigotes, los cuales le tapan el cuello de la camisa.
Al que está acompañado de los miembros de su familia, lo que le sobresale es una también abundante mata de pelos, que de cada lado de su cara, le nacen de sus no muy notorios bigotes y de cada largo parecieran prolongar sus patillas.
En las dos fotos llama la atención, la no muy abundante cantidad de cabellos en su cabeza.
Fue quizás en el siglo XIX cuando en Panamá abundaron esos apéndices pilosos, entre nuestros ciudadanos.
Si retrocedemos bastante más, nuestros descubridores y conquistadores, fueron moderados en esas manifestaciones. Y de nuestros indígenas, ni hablar ya que ellos nunca han sido muy pilosos, y eso se debe a que se dice que descendían de asiáticos famosos por sus luengas barbas, bigotes y demás.
Volviendo a lo de nuestros conquistadores, quizás ha sido Pedrarias Dávila, el fundador de la primitiva Panamá, el que mostraba más abundante materia pilífera.
Si echamos un vistazo a nuestros presidentes y miembros de la primera junta de gobierno vemos que los gobernantes durante la época de nuestra anexión a Colombia sí usaban abundantes pelos faciales, después tan solo José Agustín Arango con sus bigotes y barbas sobresalía, y Federico Boyd también por sus bigotes.
Ya después y con los primeros presidentes, eran tan sólo los bigotes los que sobresalían, tales fueron los casos de Manuel Amador Guerrero, José Domingo de Obaldía, Ramón Maximiliano Valdés, Carlos A. Mendoza, Pablo Arosemena y Belisario Porras.
Unos pocos años más tarde, ni melenas, ni bigotes, ni patillas presidenciales. Las navajas de afeitar cumplieron su cometido.
Si nos vamos al resto del mundo y echamos un ligero repaso a las cantidades de pelos que se estilizaban, la cantidad, largo y formas de ellos que se llevaban, variaron mucho a lo largo de siglos y de países. Así los indígenas, por lo menos los americanos, seguían partidarios del lampiñismo.
Hablando de otros países, los egipcios conocieron las hojas de afeitar o las navajas desde tiempos inmemoriales. No así los babilonios, ni los mesopotamios que eran de barbas abundantes.
Durante muchos años el afeitarse las mejillas, era sacrilegio entre los hebreos.
Los esclavos y los germanos eran amantes de las largas barbas. A través de los años, unos y otros pueblos diferían en su pasión por los pelos de la cara. Los bigotes también cambiaban mucho en sus formas y longitudes. Los caballeros se los rizaban, los perfumaban con aceites de muy variados árboles.
Los hindúes han sido maestros en el arte de perfumar, no sólo sus macizos pilosos, sino las diferentes partes de su anatomía.
Cada región tenía sus olores preferidos. A todas estas las damas nunca se quedaron atrás y si hoy no nos hemos dedicado mucho a ellas, ya les llegará su día.
Si ustedes desean seguir especializándose en tan curioso y poco tratado tema por allí están las variadas enciclopedias. Y para los que ya han abjurado de los libros allí les queda el internet.
Si vamos a los récords Guinness, allí se nos dice que por lo menos en 1993 los cabellos más largos pertenecían a una joven norteamericana; la barba más larga pertenecía a un noruego de 1927 y los bigotes de un hindú se llevaron las palmas en el año de 1992.
