Imagínese estar sentado frente a su plato de comida. En él figuran habichuelas crudas, brócoli crudo, un huevo cocido sin sal y un guineo. Aunque pueda sonar desagradable, esta selección de víveres es el típico almuerzo de un higienista.
Los higienistas son los seguidores del higienismo, ciencia de la salud catalogada bajo dos tipos de prácticas: la medicina alternativa y la espiritual. Solo en Colonia, Alemania, tiene más de 8 mil seguidores.
En términos de alimentación, este particular grupo de personas consume un 80% de su comida cruda; cree que la importancia del desayuno es un mito y no consume productos light ni industrializados. Tampoco toma leche, aunque sí sus derivados -siempre y cuando sean frescos y orgánicos-, ni come pollo, pescado ni carnes, porque piensa que las proteínas que el cuerpo produce son suficientes. No le agrega sal ni azúcar a ninguna de sus comidas.
Los higienistas no utilizan fármacos y tampoco creen en los medicamentos naturales. “Somos de salud extrema”, comenta Mauricio Gatica, un promotor del higienismo y doctor de Chile, en su página web www.higienismo.cl. “Hace 30 años mantengo el mismo peso y no me enfermo”, asegura.
Para la nutricionista Itzel Velásquez, es beneficioso consumir productos poco procesados y cocinados, porque mantienen sus propiedades alimenticias. Sin embargo, indica, algunos alimentos que no consumen los higienistas son necesarios para el crecimiento y funcionamiento del organismo, por lo que su carencia podría producir anemia, sobre todo en niños y adolescentes.
El psicólogo José Eloy asegura que el higienismo no es una ciencia, sino una “subcultura” que atrae a personas con trastornos de ansiedad que piensan que todo es una amenaza. “Las medidas que se toman escapan la razón”.

