Una de las quejas más comunes, tanto de restauradores como de amas de casa, es que al comprar un mazo de albahaca se termina botando gran cantidad que no se usa de inmediato.
Para esto, recomiendo los siguientes métodos de preservación.
- En aceite: debido al peligro del botulismo hay que tener cuidado y refrigerar el aceite inmediatamente al hacer una infusión. Sin embargo, otra opción es licuar la albahaca en aceite (de oliva, preferiblemente) y guardar en la nevera o el congelador.
- En agua: licuar en un poco de agua y congelar. Una buena idea es congelar la mezcla en una cubeta de hielo. Una vez congelados los cubos, guarde en una bolsa plástica en el congelador, y use según se vaya necesitando.
- En vinagre: es un excelente medio para la albahaca. La proporción ideal es una taza de albahaca picada por dos tazas de vinagre.
- Seque en horno: ponga las hojas de albahaca fresca en una plancha de galletas, y hornee a 100º F (37º C) con la puerta entreabierta. Hornee hasta que se desmoronen al tocarlas. Guarde en un recipiente hermético.
No importa cuán práctico pueda resultar el uso de albahaca seca o en polvo, es una herejía cuyos practicantes bien merecen la hoguera. La diferencia entre la albahaca fresca y la seca es tan radical, que bien vale la pena tomarse el trabajo extra. No es difícil de crecer en casa, y se puede sembrar tanto en el suelo como en un macetero.
Lo único que sí he notado, es que el pote es más práctico, ya que permite alejarla de los insectos y alimañas, quienes la encuentran tan sabrosa como la encuentro yo.
