Conservar un objeto histórico que sea parte del patrimonio cultural puede durar hasta 25 años, por lo menos en el caso de los metales, según comenta Jacinto Almendra, director del Departamento de Conservación y jefe del Laboratorio de Conservación en el Patronato de Panamá La Vieja.
Precauciones como la “humedad relativa, la contaminación atmosférica, temperatura y hasta el sistema lumínico son medidas a considerar para la ‘conservación’ de un hallazgo, que en este caso puede ser prehispánico o colonial”.
Aclara Almendra que cuando se habla de preservación, se refiere al esfuerzo por detener el deterioro de una pieza y mejorarlo para su posterior exhibición.
“El primer examen que hacemos es ocular”, dice el especialista.
Si se hace necesario conocer a profundidad sobre la pieza encontrada, se da inicio a un proceso analítico en el que pueden utilizarse exámenes metalográficos para conocer de qué está hecho el metal o para saber con qué está aleado o las impurezas.
“Físicamente parece hierro, pero químicamente puede no serlo”, aclara.
También pueden recurrir a los rayos X, la resonancia magnética y el CAT (otro tipo de rayos X), para aclarar detalles ocultos como grabados, diseños y dibujos que en ocasiones no se pueden ver por el deterioro de la pieza.
Estas herramientas, además, permiten verificar el estado interno de un metal, si es el caso, que puede tener burbujas, muchas fibras o intersticios.
Ya con este diagnóstico, indica Almendra, se hacen las proposiciones de tratamiento para decidir cómo será intervenida químicamente la pieza analizada.
Destaca el conservador que estos procesos no aseguran nada en un 100%, ya que durante la ejecución pueden enfrentarse con reacciones fortuitas.

