China es la cuna del té. La leyenda señala que desde el siglo X antes de Cristo, ya se consumía esta bebida. Y en Europa tomar el té, ya sea frío o caliente, es una costumbre que tiene miles de años.
Según la nutricionista Fany Cardoze, de este producto – que consiste en una infusión preparada con hojas secas molidas y agua caliente– existen cuatro tipos principales: el té blanco, verde, rojo y negro y a su vez, estos tienen varias clases, cerca de 65. Comenta que sus diferencias son las especias que se les agregan y su estado de fermentación.
El valor calórico del té es bajo por lo que, dice, no aumenta el peso de las personas (si no se le agrega azúcar) y además, son bebidas estimulantes por su contenido de cafeína y de antioxidantes. Pero, aclara que hay estudios que revelan que no todo lo del té "es bueno", ya que este impide la absorción del hierro, por lo que las personas que presentan anemia no deben consumirlo y además, impide la utilización de la vitamina B1 (tiamina) que tiene una función elemental en el sistema nervioso. Recomienda Cardoze que los niños no tomen té, y los adolescentes y adultos, no deben beber más de 2 tazas diarias.
Investigaciones realizadas en la Escuela de Medicina de Calcuta (India) comprobaron que quienes consumen té verde, tienen de un 15% a un 25% menos de probabilidades de sufrir infartos. Además, este tiene una sustancia conocida como EGCG que combate indirectamente el cáncer, disminuye el colesterol y actúa como antiinflamatorio y antidepresivo.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el té verde contiene 130 sustancias químicas beneficiosas para los capilares.
