OPINIÓN. Aristócrata de estirpe, el borzoi, también llamado popularmente como galgo ruso, remonta sus orígenes a los antiguos galgos asiáticos.
Esta teoría es absolutamente creíble si observamos las imágenes de los grabados de ese tiempo, donde el perro modelo tenía una gran similitud con los lebreles actuales como, por ejemplo, el greyhound.
Su principal función era la persecución del lobo y lo hacía en jaurías, desarrollando grandes velocidades y excelentes técnicas para cumplir su cometido.
Allá por 1845, donde esta raza comenzaba su expansión, era habitual que los perros fueran obsequiados como regalos políticos entre reyes o mandatarios de diferentes lugares del mundo.
Es así que los primeros borzoi salieron de Rusia, llegando a países como Inglaterra, donde luego la crianza fue en aumento, modificando a través del tiempo la tipicidad de este aguerrido cazador en un ejemplar de compañía.
El borzoi pertenece al décimo grupo de la Federacion Cinológica Internacional, que comparte junto al whippet, el galgo italiano, el saluki y el afghan hound, entre otros.
Como la mayoría de este tipo de perros, debido a su particular y dinámica estructura, desarrollan grandes velocidades en carrera, contrayendo y expandiendo su cuerpo a modo de resorte, proporcionándole así una gran cobertura de terreno con menor esfuerzo.
Su altura es aproximadamente de 80 cm, su peso 30 kg y no es complicado
en su cuidado, ya que su pelo, de largo medio, no requiere demasiada atención.
Su carácter es especial, desconfiado y nada sociable con los extraños,
es muy tranquilo y se adapta a cualquier espacio, aunque disfruta el correr libremente.
El borzoi ha sido elegido por excéntricos, artistas y gente del glamour internacional, ya que puede gustar o no, pero jamás pasará desapercibido.

