Usted estudió lo que quiso, ha tenido éxito moderado, quizá se haya ganado algún mérito especial en la oficina, hay gente que sueña con tener su trabajo, pero por algún motivo ya no le gusta lo que hace y ha perdido la motivación en el desempeño diario. Y tal vez hasta haya pensado en renunciar. El problema es que no es tan fácil. Hay cuentas que pagar, familia que mantener y al final, el trabajo comienza a pesar, aparece la angustia y se termina encerrado en un círculo vicioso o con depresión.
Según la experta en sicología laboral, Cinthya Kirdan, sentir que se empieza a odiar un trabajo que antes era motivo de satisfacción es un síndrome muy común "sobre todo en un mundo competitivo y globalizado donde se nos exige producir en cantidad y no en calidad, pero muchas veces es un factor que se genera desde nosotros mismos porque nos concentramos demasiado en cómo nos molesta el trabajo, en lo bien que lo pasábamos antes, en cómo nos gustaba antes y no en la manera de hacerlo agradable hoy, ahora".
Kirdan asegura que, en la mayoría de los casos, la molestia y el desgano se pueden revertir. La sicóloga propone plantearse metas que, aunque no tengan nada que ver con el trabajo en sí, sean "cumplibles, razonables y a muy corto plazo (uno o dos meses)", como un viaje con la familia, bajar de peso o dejar de fumar. La idea es "enfocarnos en algo que nos va a hacer sentir bien. Así, eventualmente, nos iremos desconcentrarnos de lo negativo y nos sentiremos más relajados en el trabajo".

