Los vivos colores del plumaje de las guacamayas verdes y rojas son cada vez más difíciles de encontrar en los bosques costarricenses, donde la destrucción de su hábitat y la cacería han llevado a una drástica disminución de las poblaciones de estas aves, por las que luchan en el refugio "El Manantial".
La situación más crítica la afronta la guacamaya verde (Ara Ambigua) pues, según cifras del Ministerio de Ambiente y Energía, actualmente sólo hay en el país entre 25 y 30 parejas en estado silvestre en edad reproductiva.
Unas 800 guacamayas rojas (Ara Macao) conforman la población silvestre del Pacífico costarricense, pero están limitadas a dos focos específicos, una reserva en la zona central y otra en la península de Osa, en el sur.
Con el fin de detener su posible desaparición nació hace algunos años el santuario de guacamayas "El Manantial", una reserva privada donde se recibe a aves que han estado en cautiverio, se procura su reproducción y luego se libera a las nuevas generaciones.
"El Manantial" se ubica en la localidad de Aranjuez, en el Pacífico central, a unos 200 km al noroeste de San José.
Rodolfo Orosco, encargado del refugio, explicó que el objetivo fundamental es la liberación de las guacamayas, su reinserción en la naturaleza como un método para detener el proceso de extinción que afrontan.
Aunque pequeños grupos de turistas pueden visitar el santuario, de 6.3 hectáreas a pocos kilómetros de la costa, Orosco aclara que "no se trata de un zoológico, sino de un proyecto científico y de educación ambiental, donde se entrena a las guacamayas para vivir en estado silvestre y a las personas para cuidar a esta especie".
En "El Manantial" hay unas 20 guacamayas verdes de hasta 79 centímetros de largo, y unas 80 rojas, las cuales, con sus 84 centímetros son la especie más grande y vistosa de la familia de los psitácidos (loras).
