Generalmente damos por sentado que los frijoles, conocidos por otros nombres como habichuelas, alubias, judías, porotos y otros más; llegaron a Europa procedentes de América. Sin embargo, la etimología de la palabra hace que haya que replantearse las cosas, porque “frijol”, es un vocablo que procede del latín phaseolus, que a su vez viene de una voz parecida del griego.
Eso es lo que nos dice Corominas, autoridad a la que se suele apelar en estas cuestiones. También a Covarrubias, que publicó su Tesoro de la lengua castellana o española en 1611, pero que no se hace eco de esta denominación de la popular leguminosa. Corominas usa la palabra “frijol” en 1547, cuando Europa conocía ya la mayor parte de los regalos del Nuevo Mundo.
Los europeos consumieron alguna variedad de frijol antes de 1492, para entonces ya no se cultivaban en el Viejo Continente. Todas las variedades de alubias -voz que viene del árabe- que hoy se consumen en Europa proceden de América.
Para los europeos, los frijoles van bien con la carne de cerdo o de oca. La fabada asturiana y la gama de cassoulets del sur de Francia, son platos de frijoles con carnes variadas como cerdo, oca, pato y hasta cordero.
Pero hay recetas gloriosas de frijoles con elementos marinos. Los asturianos presumen, con razón, de sus espléndidas “fabes” -frijoles- con almejas o con langosta. Y es que la untuosidad del frijol liga muy bien con los sabores yodados del mar.
