El 24 de agosto de 1511 marcó un hito nefasto para el Sultanato de Malaca, hoy Indonesia.
Alfonso de Albuquerque, expedicionario portugués, subyugó a sus habitantes a fin de garantizar la supremacía portuguesa en el archipiélago de 17 mil 508 islas, de las cuales 6 mil están habitadas, algunas desde hace medio millón de años.
Antes de llegar fue receptor de todo tipo de religión, migración e influencia de sus derredores, formando un verdadero crisol de razas, al que los antropólogos llaman “el pueblo austronesio”.
Además de la gran diversidad gastronómica ganada gracias a estas mareas demográficas, que trajeron consigo sus tradiciones culinarias con las especias necesarias para ellas, la fertilidad inherente del archipiélago y existencia de especias nativas especialmente concentrada en las islas Molucas, como la nuez moscada, el clavo de olor y la pimienta cubeba, la hicieron presa codiciada para los europeos.
Los holandeses le hicieron a los lusitanos un “quítate tú pa’ pone’me yo”, y en 1602 establecieron la Compañía Holandesa de las Indias Orientales.
En el siglo XIX, tras su bancarrota, Holanda declaró al archipiélago colonia nacionalizada, con política expansionista que únicamente llegó a truncarse con la invasión japonesa de la II Guerra.
Al final de la misma, nació la Indonesia como la conocemos hoy. Su legado: una de las cocinas más exquisitas, variadas e intrigantes del mundo.
VEA Sabores de Indonesia

