Después de años de procesos e investigación, bailarines de Panamá, Estados Unidos, Costa Rica, España y Venezuela se embarcan en un ambicioso proyecto que va de la danza a la revisión histórica: “Mar del ZVR - mito y realidad”.
Esta propuesta, que une danza aérea con contemporánea, se presentará del 30 de julio al 2 de agosto en el Teatro Auditorio de la Universidad Tecnológica de Panamá.
La dirección corre por cuenta de Mónica Newsam y Graciela Newsam. La producción está a cargo de Ximena de Sierra y Katherine Bucktron Olle, de la Fundación Gramo Danse.
Es la primera vez que se ofrece completa “Mar del ZVR - mito y realidad”, ya que en 2015 brindaron un segmento. Esta pieza ganó en febrero el Fondo Iberoamericano para las Artes Escénicas Iberescena 2016. “Consiste en un aporte de $13 mil 320, que nos ha permitido financiar parte del espectáculo”, resalta Newsam.
El elenco está compuesto por los bailarines panameños Andrea González, Ingry Instruían, Víctor Jiménez, Ximena Eleta de Sierra, Mónica Newsam, Graciela Newsam e Iván Herazo.
También participan dos estudiantes estadounidenses de la Universidad de Webster (Missouri): Kevin Hamilton y Morgan Smith. Adicional, hay dos artistas procedentes de Costa Rica: Andrea Rodríguez y Paula Rodríguez, así como una de las islas Canarias (España), Sara Martín, y tres venezolanos: Luis Pérez, Matías Reyes y Hernán Contreras.
“Los bailarines son maravillosos y las ganas y el empeño que han puesto es de elogiar. Los extranjeros llegaron entre una y dos semanas después de que empezaron los ensayos con los panameños, por lo que han estado casi todo el tiempo con nosotros. Todos empezaron a aprender partes de la coreografía desde antes de llegar a Panamá”, destaca Newsam.
HECHOS
La obra está dividida en tres partes y la música de cada parte fue creada exclusivamente para esta obra, explica Newsam.
La primera parte, “El mito de la tierra plana”, fue compuesta por Zoltan Lantos, proveniente de Hungría; la segunda, “La Aventura”, es responsabilidad de David Colindres, y la tercera, “Un Nuevo Océano”, la primera melodía es de Andrés Carrizo y el final es de David Colindres, ambos panameños.
Los hechos históricos que se presentan, indica Newsam, “están permeados por los vacíos que hay en realidad. Desde el momento en que nuestros antepasados no pudieron contar su versión de los hechos, la historia tiene tanto de mito como de realidad, y ambas han coexistido simultáneamente”.
Ximena de Sierra advierte de que esta propuesta “no intenta hacer un recuento histórico de los hechos, porque es imposible saber exactamente cómo se dieron; hay ciertos eventos que sirven de ‘anclas’ en la segunda parte de la obra, cuando se narra de manera fantasiosa los eventos que llevaron a Vasco Núñez de Balboa y los tripulantes del barco donde él vino a América hasta el océano Pacífico”.
En esta sección, agrega Ximena de Sierra, la danza aérea les permite usar el “espacio vertical, para recrear visualmente la diferencia entre los momentos cuando el barco está anclado y cuando el barco ‘zarpa’, que sucede cuando ‘se eleva”.
Diversas clases de danza aérea, trabajo sobre barras y aros con técnica de trapecio y aro, “al igual que danza sobre el ‘mástil’ utilizando técnicas de pole dance, sirven para narrar la secuencia de eventos. Danza aérea sobre telas y sogas sirve para escenificar a los indígenas y su relación con la selva que era su hogar”, dice de Sierra.
En otro momento, destaca, “una enorme red en la que también realizamos desplazamientos, permite recrear el enorme reto que conllevó el cruce de la selva y la cordillera en el Darién”.
ENCUENTROS
Graciela Newsam, una de las directoras de la obra “Mar del ZVR - mito y realidad”, opina que la danza aérea y la contemporánea son lenguajes que “coexisten para contar esta historia de manera fantasiosa. La danza aérea nos permitió utilizar el espacio desde una perspectiva diferente. Añadimos personajes como el sol y la luna, que para nosotros son testigos de los hechos y que mutuamente se cuentan lo que estaba pasando, tanto de día como de noche”.
Además, utilizan el esqueleto de un barco de hierro “para representar el momento en que Vasco Núñez de Balboa se escapa como polizón dentro de un barril. En la última parte de este espectáculo utilizamos 12 trapecios que hablan de nuestra realidad actual: edificios, construcciones, gente que transcurre de un lugar a otro”, indica Newsam.
En la primera parte, adelanta una de las productoras, Ximena de Sierra, se aborda el tema de los mitos de la época “por medio de la presencia de ‘monstruos del mar’. A través de la danza aérea se establece la diferencia de niveles entre estos monstruos, ubicados en el nivel más bajo posible, al ras del piso y sostenidos con arneses, y dos españolas, estas últimas ubicadas ‘encima del nivel del mar’, con arneses contra la pared y a unos 10 pies de altura, donde realizan un número de danza vertical”.
En la tercera parte, agrega Ximena, se ahonda sobre el tema de “la conectividad global que se logra una vez que se establecen rutas de transporte y comercio a través del océano Pacífico. Las telas a nivel de piso nos sirven para establecer las conexiones que rompen aquellos que deciden cruzar océanos en busca de un mejor futuro con sus antiguos hogares y, a la vez, para establecer los lazos o vínculos que se forman al ‘entrelazarse’ esas telas provenientes de distintas latitudes. Es una imagen muy clara y muy fuerte”.
En cuanto al vestuario y el maquillaje, Graciela Newsam resalta que los colores les permiten mostrar “el enfrentamiento de dos culturas. Los conquistadores están representados por el hierro y se confeccionaron vestuarios de un gris grafito lavado y oxidado por el viaje. El maquillaje que utilizamos se orienta hacia los colores fríos, como grises y azules. Los indígenas son luminosos y estaban cubiertos de oro. En el maquillaje preferimos usar colores cálidos como los corales y dorados”.
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