Los mexicanos tienen una costumbre muy linda: en toda ciudad ves puestos de venta de bebidas que llaman “aguas frescas”, y ¡oh!, ¡sorpresa!, entre ellas está cotizadísima el “agua de Jamaica”, mejor conocida acá como “saril”.
Se dice que los faraones egipcios la consumían y, en Egipto y Sudán, es acostumbrado brindar con saril para las bodas. El nombre que le damos nosotros está supuesto a proceder del inglés Jamaican sorrel, y su nombre botánico es Hibiscus sabdariffa. Es considerada la bebida nacional del Senegal, y su consumo es globalizado.
Su presencia se hace sentir en Europa, en Asia y África, al igual que en varios de nuestros países, siendo popularísima en el Caribe, y se consume frío o caliente.
Aunque una vez, durante un viaje a México, escuché que la bebida era harto popular por tener cualidades antibacteriales. No he vuelto a encontrar acotación al respecto mientras investigaba para este artículo, pero sí que tiene estas valiosas cualidades: contiene vitamina C y minerales, y entre 15% y 30% de ácidos orgánicos, entre ellos el ácido cítrico, maléico y tartárico, amén de que contiene polisacáridos y glicósidos flavonoides.
Los glicósidos se dividen en varios subgrupos y cada uno tiene sus virtudes. Por ejemplo, uno de ellos, la cianidina, tiene presuntos efectos antioxidantes y de eliminación de radicales que protegen a las células y reducen el riesgo de daños cardiovasculares y cáncer.
Una teoría indica que la ingesta de cianidina puede inhibir el desarrollo de la obesidad y diabetes.
Siento mucho haberles dado tanta lata científica en un espacio gastronómico, pero la próxima Navidad, mientras nos atragantamos de pernil y ron ponche, probablemente nos aliviaremos un poco la conciencia con un par de vasos de saril al día.
