Aunque parezca inconcebible, hay personas que le tienen fobia a la risa y al ruido que esta produce.
Un estudio realizado por el profesor Hugo Carretero, de la Universidad de Granada, España, y que fue publicado esta semana en la revista International Journal of Clinical and Health Psychology, le da incluso una definición a este nuevo trastorno: la gelofobia.
En tanto, la Universidad de Zurich, Suiza, catalogó este padecimiento como catagelofobia.
De los 75 países que se estudiaron, Japón y Reino Unido tienen un mayor porcentaje de catagelofóbicos.
Estas personas se pierden los beneficios de una placentera carcajada. Según la psicóloga Ana María Flórez, la risa contribuye a ver la vida con una visión más positiva, ayuda a la relajación del cuerpo y a elevar el nivel de autoestima. La persona se sentirá bien consigo misma, dando cabida a mejorar sus relaciones personales con quienes se rodea.
Además, la psicóloga Mercedes Ruiz explica que la risa puede llegar a ser contagiosa como cualquier otro sentimiento. Por ejemplo, si se asiste a un lugar depresivo con gente negativa, esa actitud terminará por llegar a todas las personas que estén alrededor.
Algo parecido ocurre con un bebé. Si está rodeado de personas amigables que le hablen de manera agradable, probablemente este, en respuesta a un contacto social, sonría.
Lo mismo pasa si el pequeño reconoce a una persona que suele sonreírle; al reconocerla, va a responder de igual forma.
Este bienestar “tan gracioso” merece tomarse en serio desde la temprana edad, según Flórez. Los niños deben ser orientados por los adultos para aprender a diferenciar sus emociones.
Ruiz, por su parte, añade que si los niños permanecen gran parte del tiempo inexpresivos, tristes o sin deseos de sonreír, posiblemente sea una consecuencia de la falta de afecto en el hogar.

