En un panorama teatral local donde abundan las comedias ligeras, es siempre refrescante ser parte como público de las propuestas de Jhavier Romero.
Con B612 Viaje al sol y Cuando el río hable, Jhavier ya nos ha acostumbrado a un estilo de teatro poético tanto en su lenguaje como en su estructura.
Con su adaptación de Alicia en el país de las maravillas en el estudio del Grupo Experimental de Cine Universitario de la Universidad de Panamá, hasta el 19 de junio, Jhavier expande sus posibilidades y recursos teatrales.
Tomando ventaja de las muchas ambigüedades del texto original, la obra presenta ricos elementos que por separado seducen auditiva y visualmente, incluyendo música y danza área.
Como el libro, en términos de trama, lo único claro de Alicia es que nada está claro. Para disfrutar esta propuesta es mejor seguir el viejo consejo de desconfiar de quienes intenten encontrar la realidad en el teatro.
Alejandra Araúz, como Alicia, encarna las mil posibilidades de este personaje que constantemente se pregunta “cuál es mi nombre” y “quién soy yo”. “Nosotros somos lo que hacemos”, le responde uno de los tantos personajes que Alicia encuentra en el camino, dándonos el único norte en términos de trama de toda la obra.
Alejandra tiene el desafío de mostrar la dulzura y picardía de una niña en busca de su hogar, una mujer cuestionándose su identidad, y si entendí bien, una joven tan atrapada en sus logros que decide suicidarse. Pero de nuevo, en esta obra no vale la pena pararse a pensar en la lógica de los personajes.
En su lugar, podemos deleitarnos con las propuestas físicas y visuales de los actores que interpretan a los conocidos habitantes de este delicioso país.
Cuando me comenzaba a preocupar por el lento arranque de la obra, Diana Mellado le regala energía y ritmo a la sala con su ratón contador de historias inverosímiles. Con el control escénico que destaca a Diana, el público es transportado en cuestión de minutos al juego de un ratón en un lago de lágrimas para luego saltar a lo absurdo de la narrativa política actual. Es entonces cuando el público se une al viaje de Alicia y no hay quien los separe.
Nick Romano le brinda a su Duquesa y Reina de Corazones la necesaria combinación de certeza y fragilidad para transportarnos aún más a lo absurdo de este inusitado mundo.
Winnie Sittón tiene la tarea de interpretar al Sombrerero Loco, luciendo un vistoso sobretodo roto e incompletos zapatos, que definen su interpretación. A pesar de un diseño de luces que no acompaña a las ambiciones de la propuesta, la obra se esfuerza por dejarnos imágenes mágicas.
El Gato de Cheshire, interpretado con mucho aplomo por Eliana Araúz, conversa con Alicia, no me acuerdo sobre qué, colgado de un aro y haciendo bellos y elegantes movimientos de danza área. Justo antes de conocer a la Reina de Corazones, Alicia mantiene una conversación con tres naipes que le responden emotivamente con notas de violín, teclado y melódica.
La liebre (Arelly Valderrama) solo nos dice una palabra en toda la obra, fundamental para responder la pregunta recurrente de Alicia, pero está llena de poderosas imágenes creadas con su cuello, dedos y espalda.
A pesar de que muchos de estos elementos nunca llegan a entrelazarse para formar un todo, Alicia nos regala una maravillosa lluvia de poesía, movimiento y originalidad.
