Todo se mueve

RITMO. Todo se mueve. Y todo se mueve con un ritmo. Y todo lo que se mueve con un ritmo produce un sonido. Nuestros ancestros percibieron esto mismo, cuando procuraban huir del frío en sus cavernas: las cosas se movían y hacían ruido. Los primeros seres humanos tal vez advirtiesen esto con espanto, e inmediatamente después con devoción: comprendieron que esta era la manera que una entidad superior tenía de comunicarse con ellos. Empezaron a imitar los ruidos y los movimientos de lo que les rodeaba, con la intención de comunicarse también con esta Entidad: el baile y la música acababan de nacer.

LIBERTAD. Cuando bailamos, somos libres. Nuestro espíritu puede viajar por el universo, mientras el cuerpo sigue un ritmo que no forma parte de la rutina. Así, podemos reírnos de nuestros sufrimientos. La oración y la meditación nos conducen hasta lo sagrado a través del silencio y del viaje interior, en el baile celebramos junto a otras personas una especie de trance colectivo. Es necesario bailar para saber de qué se habla. Bailar hasta quedar exhausto. Bailar hasta que nuestro organismo pueda recibir oxígeno de una manera a la que no está acostumbrado, lo que acaba llevando a la disolución de la identidad, y a la pérdida de nuestras referencias del tiempo y del espacio. Podemos bailar solos, si eso nos ayuda a superar la timidez. Pero es preferible bailar en grupo.Para bailar, no es necesario aprender en escuelas: basta dejar que nos enseñe nuestro propio cuerpo. Cuando era adolescente, los grandes "bailarines" de mi pandilla del barrio me daban envidia, y en las fiestas fingía tener cosas más importantes que hacer, como quedarme charlando, por ejemplo. Pero lo que yo tenía era pavor al ridículo.

Un día una chica llamada Marcia me dijo: Ven aquí.Yo dije que no me gustaba, pero ella insistió. Todos los del grupo se quedaron mirando, pero como estaba enamorado (¡el amor es capaz de tantas cosas!) no pude escaparme más. Hice bastante el ridículo, no sabía seguir los pasos, pero Marcia no cejó en su empeño: continuó bailando, como si yo fuese un Rudolf Nureyev. Entendí que mi cuerpo se estaba libertando.-Olvídate de los demás y presta atención al bajo. Intenta seguir su ritmo.Centré mi atención en el bajo. Y la sensación de libertad fue aumentando sin parar, mientras los demás iban perdiendo su interés en nosotros y nos dejaban en paz. Cuanto más se movía mi cuerpo, más se mostraba la luz de mi corazón, y más aprendía yo. Al final de la noche yo ya era otra persona: había vencido un bloqueo, y había conseguido una novia que sería muy importante en mi vida.

En ese momento entendí que no siempre es necesario aprender las cosas más importantes: estas suelen formar parte de nuestra naturaleza. En la juventud, el baile es un rito de pasaje fundamental: alcanzamos por primera vez cierto estado de gracia, un éxtasis profundo, aunque los menos sagaces apenas vislumbren un grupo de chicos y chicas pasándoselo bien en una fiesta. Cuando nos hacemos adultos, y cuando envejecemos, tenemos que continuar bailando. El ritmo cambia, pero la música es parte de la vida.En el baile, el mundo espiritual y el mundo real consiguen convivir sin conflictos. Como dijo alguien que no recuerdo, los bailarines clásicos se mueven sobre la punta de los pies porque están al mismo tiempo tocando la tierra y alcanzando los cielos.www.paulocoelhoblog.com


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