Cualquier pueblo que se respete tiene que ver llegar el día en que las cadenas que hasta entonces le ataban injusta e inhumanamente a otras naciones, que además los explotaban y les desconocían sus más mínimos derechos, terminen siendo desarticuladas para contribuir a conseguir por medio de futuras luchas su entera libertad.
Y es casualmente eso lo que desde inicios del siglo XIX fue sucediendo en esta grandiosa América al irse liberando cada día, distintos territorios del yugo español.
Casi todas esas liberaciones fueron alcanzadas a base de sangrientas batallas, lo cual afortunadamente no sucedió en esta pequeña y muy débil para entonces futura Panamá.
Se aprovecho la ocasión que en la capital de este istmo acababa de fallecer el destronado virrey español, Juan de Sámano, quien tras haber sido derrotado por Simón Bolívar en la batalla de Boyacá, que dio la independencia a Colombia, vino a exilarse a nuestro futuro país.
Casi al mismo tiempo arribaba también Juan de la Cruz Mourgeon, quien iba para Bogotá, a fin de tratar de reconquistar para España todos estos territorios, que la nación ibérica acababa de perder.
Pero a última hora Mourgeon es enviado a México, con otra misión.
La ocasión para la ansiada independencia se hacía más favorable, lo cual anima a los ciudadanos de varias provincias centrales a buscarla a como de lugar.
Y es así como Francisco Gómez Miró, por medio de proclamas escritas y orales hace leer y oír desde Natá a miles de congéneres, lo que inflama más aún sus ansias de libertad.
Fue entonces como cundió el entusiasmo por la misma razón en La Villa de Los Santos, en donde el 10 de noviembre de 1821, y guiados entonces por Segundo Villarreal, el pueblo ataca las instalaciones militares de La Villa y proclama su ansiada libertad.
Y se conforman los batallones conocidos como: De la Libertad no sólo en La Villa sino en Las Tablas, Pocrí, Macaracas, Parita, Pesé, Las Minas y Ocú.
Para los que deseen conocer los nombres de esos centenares de seres que formaron los batallones mencionados, les recomendamos leer la obra El grito de La Villa, escrita por el historiador Ernesto J. Nicolau, e impreso en la Imprenta Nacional entre 1928 a 1930, cuando el autor se encontraba en Bogotá.
Hay que mencionar entre los nombres que en una u otra forma colaboraron con los movimientos citados a José de Fábrega, para ese entonces autoridad española en el istmo, quien no vaciló a pesar de su alto cargo en apoyar todo lo anterior.
Luego vino la anexión al gobierno colombiano presidido por Simón Bolívar. Acción que se prestaría a ciertos comentarios adversos, pero explicables cuando volvemos a recordar lo pobre e inexperta que era Panamá.
Mariano Arosemena casualmente emitió opiniones propias, en las cuales no se mostraba de acuerdo con todo lo enunciado, porque no veía en todo ello mayores visos de una buena organización y seguridad. En todo caso, el 28 de noviembre de 1821 y ahora en la capital se reúne otro grupo de ciudadanos (Mariano Arosemena inclusive) para ratificar lo iniciado en el interior del país.
La anexión a Colombia también se realizó, lo que demuestra que aun cuando no fue la mejor opción, sí demostró que lo actuado el 10 de noviembre fue el verdadero inicio de nuestra futura emancipación.
Textos: Harry Castro Stanziola
Fotografías: Ricardo López Arias

