Las historias de príncipes, princesas y cuentos de hadas quedaron atrás en las tramas centrales de las cintas animadas. En su reemplazo quedan los robots, muñecos con vida y un mundo en el que las cosas casi nunca son color de rosa.
Up, Wall-E y Toy Story ilustran esta tendencia que también se empieza a reflejar en la asistencia a las salas de cine, según un sondeo no científico realizado en prensa.com. El 22.9% de los participantes admitió ver películas animadas con amigos y 15.3% dijo que las veía solo. La mayoría de los encuestados (61.8%) ve estas películas acompañado de niños.
Y aunque quizá muchos sigan considerando las películas animadas como cintas exclusivas para niños, lo cierto es que el contenido de varias cintas demuestran lo contrario. Up, por ejemplo, posee elementos tanto para niños como para adultos, pero la diferencia es que los adultos sí pueden captar todos los mensajes, mientras que los más pequeños no pueden comprender los argumentos compuestos con códigos para público adulto, explica el filósofo y semiótico Rodolfo Ríos.
Los primeros minutos de Up muestran una realidad a la que la mayoría de los adultos teme: que la vida distraiga tanto que los anhelados sueños de infancia queden en segundo plano, acota Ríos y recalca que se trata de una escena cargada de códigos para los adultos.
Y aunque los niños rieron con las locuras de Russel –uno de los personajes principales de Up–, muchos adultos comentaron lo “deprimente” que había sido la primera parte, pero les agradó que al final Carl, el personaje principal, lograba conseguir sus sueños, relata, por su parte, el cinéfilo Gustavo Sánchez.
VEA El giro de la trama animada

