No se sabe exactamente en qué año comenzó a servirse el pan de rosca para las navidades, ni la rosca de reyes con que se celebra el 6 de enero.
Pero lo cierto es que no es coincidencia que sean los alimentos que se consumen, tanto en las fiestas más importantes de los cristianos como en las de los judíos.
Desde los ricos panettones que los italianos engalanan con frutas confitadas para celebrar las navidades, hasta las galettes de roi de los franceses, con que se culmina la celebración natalicia, se nota claramente el traspaso de una religión ancestral –la judía– a una nacida del hijo de Nazareth.
Esto no es raro, por supuesto, dada la superimposición del cristianismo sobre las religiones del imperio de los romanos.
HISTORIA
Habiendo tenido España una influencia judía tan marcada en su historia y gastronomía, esta transferencia tampoco es de extrañarse, aunque existen dos corrientes históricas posibles, que muy bien pueden ser mutuamente incluyentes: la influencia cruzada de la cocina judía con la árabe- que se puede ver aún en las cocinas conventuales de México, por ejemplo, con su gran cantidad de tortas de fiesta y panes de dulce- o que el pan de huevo haya recibido este nombre más inocuo por parte de los criptojudíos, falsos conversos que se vieron obligados a abandonar su fe o entregar la vida, y los judíos que viajaron a América en busca de su libertad y trajeron consigo la costumbre de su challah o pan de huevo y en este crisol de razas la hicieron nuestra.
