La salsa tártara es uno de esos condimentos que siempre miramos a menos, pero que conviene dominar en un país bicostal, y más con la afición que tiene el panameño por el pescado frito.
Claro está que, por lo general, el tipo de corte y fritura que se acompaña con la salsa tártara no es el del pescado frito del ciudadano de a pie, e.g., unas ricas rodajas de sierra zambullidas —piel y todo— en harina, para luego darse un chapisteado de lujo, dorado exótico, cortesía de un aceite bien caliente.
ORIGINAL
¿Y por qué no?, una salsa tártara se logra con poco. ¿La receta original? Quién sabe. Las más "tradicionales" piden mayonesa hecha con yema de huevo duro, cebollinas y diversas proporciones de pepinillos, encurtidos, alcaparras, aceitunas, mostaza y hierbas de todo tipo.
Pero recientemente he probado unas muy creativas. Creo que una deliciosa con tamarindo fresco era de Cuquita; si me equivoco, mis disculpas al chef atinente.
Sin embargo, en realidad, siendo la textura una cualidad importante, para mí por lo menos, y teniéndola en cuenta, no hay mucha ciencia (ir probando a medida que echas): partiendo de una base de mayonesa, decidí meterle la mano al exotismo e hice una low-cal de maracuyá, ya que mientras compraba el pescado me encontré unas maracuyás frescas en el súper, cosa poco común.
NO OLVIDAR
Aproveché y en vez de añadir yema cocida, usé la clara (menos calorías), y una mínima cantidad de ingredientes encurtidos para no opacar el rico sabor a fruta.
Usé pepino fresco, aunque hubiera podido usar mango verde también. Jo, de habérseme ocurrido antes…
