En los últimos años, se comenzó a escuchar acerca de una enfermedad que antes no se conocía y que rápidamente se instaló en el lenguaje popular, la “bipolaridad”. Esta es considerada como un desorden que produce cambios extremos de estados anímicos, llevando al que la sufre a pasar de la depresión a la euforia en forma inconsciente y en ciclos repetitivos.
Los perros, los cuales hasta no hace mucho solamente se adiestraban o educaban, en la actualidad también gozan del beneficio del análisis de los profesionales de la conducta animal, quienes mediante la observación determinan el porqué de ciertas conductas y cómo restablecer el orden, incluso, educando muchas veces a los causantes de la mayoría de los problemas, los propietarios de mascotas.
Hay casos en que el problema de un perro no es la educación, el liderazgo o la territorialidad, sino desórdenes químicos en el cerebro por desequilibrio de sustancias que aportan con su secreción, estabilidad y relajación.
Generalmente, esta patología es genética y se da en algunas líneas de sangre con más frecuencia, con el agravante que las razas mas propensas son perros de compañía, que fueron adquiridos por personas que generalmente no poseen un carácter lo suficientemente dominante para manejar esta situación.
Perros que pasan de un estado de quietud y abulia a una agresión injustificada y de manera cíclica son generalmente los portadores de trastornos bipolares.
Este desequilibrio químico, al igual que en las personas, necesita medicación de por vida, además de un manejo idóneo para sobrellevar estos momentos.
El porcentaje de padecimiento de este trastorno no es alto, es necesario que un profesional evalué si se trata de un problema orgánico o funcional, para realizar un diagnostico preciso.
Perros que pasan de un estado de quietud y abulia a una agresión injustificada y de manera cíclica son generalmente los portadores de trastornos bipolares.
El autor es fotógrafo especialista en animales y jurado canino
