"Nosotras morimos por el plomo, arsénico, cianuro, mercurio y otros metales pesados que se manifiestan en los relaves, efluentes, humos y contaminación, producto de una intensa actividad minera que contamina y mata. Por ejemplo, yo me estoy quedando ciega por el plomo en mi sangre", cuenta entre lágrimas Paloma, educadora de una ONG local.
La Oroya ha recibido este triste galardón con justicia, la población –casi en su totalidad– posee altísimos niveles de plomo y metales pesados en la sangre.
El agua que baja de los asentamientos mineros fluye hacia el Valle del Mantaro, que es el granero, la gran despensa de la capital que alimenta a millones. "Aquí tenemos problemas respiratorios, problemas en la piel y abunda la anemia en los más pequeños", explica Hugo Milla del Hospital de La Oroya, un nosocomio poco abastecido, pero muy concurrido, ubicado en las calles polvorientas de la capital minera del Perú. " Y, además, esos metales pesados son llevados por las aguas que luego contaminan las tierras de cultivo, las plantas de las cuales nos alimentamos, y que llegan a contaminar a los propios animales. Pero lo peor es que existen problemas de arsénico, y eso nos lleva al cáncer", dice Milla.
De acuerdo con un informe publicado esta semana en las noticias diarias del Programa de las Naciones Unidas del Medio Ambiente, "el arsénico, comprobado que es lesivo para la piel, además de causar cáncer a la misma y al hígado, supera (en La Oroya y Valle del Mantaro) hasta en 393 veces el nivel permitido por los estándares internacionales".
Atrás quedan las imágenes de la desolación. He llegado de esa región triste de los Andes peruanos, a la verde Panamá, y veo una tormenta desatada, ya que una minera llamada Petaquilla está arrasando con grandes y valiosos parches de bosques del Corredor Biológico Mesoamericano. Pero, todavía están frescos los testimonios reveladores que muestran que la vida saludable se hace muy difícil y peligrosa cuando se desarrolla minería a tajo abierto sin contar con extremas medidas de seguridad.
"Porque hay países que guardan mejores condiciones geográficas que otros para hacer minería a tajo abierto. No es lo mismo hacer minería en el desierto de Atacama que en los bosques tropicales, porque este caso hay un impacto irreversible en los ríos y en la vida", opina Oliver Page, un ingeniero del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, experto en temas de minería.
He sido testigo en las dos últimas semanas del envenenamiento en los Andes por la minería irresponsable, también de la amenaza del desarrollo minero en los valiosos e irreemplazables bosques istmeños, y es momento de hacerse varias preguntas: será ya hora de que los individuos tomemos decisiones sobre nuestro futuro, son los gobiernos y las empresas las más apropiadas para garantizar la reducción de impactos al medio ambiente, es hora de que los pueblos escojan por sí mismos los modelos de desarrollo que desean.
